index●comunicación | nº 14(2) 2024 | Páginas 165-189
E-ISSN: 2174-1859 | ISSN: 2444-3239 | Depósito Legal: M-19965-2015
Recibido el 19_02_2024 | Aceptado el 17_06_2024 | Publicado el 15_07_2024
https://doi.org/10.62008/ixc/14/02Plataf
María-Ángeles Chaparro-Domínguez
Universidad Complutense de Madrid
ma.chaparro@ucm.es
https://orcid.org/0000-0001-7571-388X
Marcel Mauri-Ríos
Universitat Pompeu Fabra
marcel.mauri@upf.edu
https://orcid.org/0000-0003-2615-8343
Ruth Rodríguez-Martínez
Universitat Pompeu Fabra
ruth.rodriguez@upf.edu
https://orcid.org/0000-0001-5633-6126
Este estudio forma parte del Proyecto de investigación FACCTMedia. Instrumentos de rendición de cuentas ante la desinformación: Impacto de las plataformas de fact-checking como herramientas de accountability y propuesta curricular, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación de España (PID2019- 106367GB-I00 /AEI/10.13039/501100011033).
Para citar este trabajo: Chaparro-Domínguez, M. Á., Mauri-Ríos, M. y Rodríguez-Martínez, R. (2024). Plataformas de fact-checking y confianza: análisis de sus relaciones con las fuentes y audiencias. index.comunicación, 14(2), 165-189. https://doi.org/10.62008/ixc/14/02Plataf
Resumen: La confianza es un aspecto básico en el trabajo diario de las plataformas de fact-checking. Este valor sustenta las relaciones que mantienen con dos actores clave en el proceso periodístico: las fuentes informativas y las audiencias. Partiendo de los discursos de confianza (Manninen, 2017) y de la transparencia participativa (Karlsson, 2010), el objetivo de este estudio es analizar las relaciones que establecen las plataformas de fact-checking independientes hacia sus fuentes, por un lado, y sus audiencias, por otro. Para ello, se realiza un análisis de contenido cualitativo de las páginas web de 18 iniciativas de 18 países y seis entrevistas en profundidad a editores/as y/o periodistas de seis de los proyectos analizados. Entre los resultados obtenidos, se observa cómo las plataformas encarnan un discurso de confianza pragmático en el uso de las fuentes, con las oficiales y las expertas como las más utilizadas. Además, otorgan una alta confianza a su audiencia, a la que introducen en el proceso de producción periodístico, y ponen en marcha numerosas acciones de alfabetización mediática, una línea de trabajo con un alto potencial.
Palabras clave: confianza; fuentes de información; audiencia; plataformas de fact-checking; desinformación.
Abstract: Trust is a basic aspect in the daily work of fact-checking organizations. This value underpins the relationships they maintain with two key actors in the journalistic process: news sources and audiences. Based on the discourses of trust (Manninen, 2017) and participatory transparency (Karlsson, 2010), the aim of this study is to analyse the relationships established between independent fact-checking platforms and their sources, on the one hand, and their audiences, on the other. To this end, a qualitative content analysis of the websites of 18 initiatives from 18 countries and six in-depth interviews with editors and/or journalists from six of the projects analysed were carried out. Among the results obtained, it is observed that the organizations make a pragmatic discourse of trust in the use of sources, with official and expert sources being the most widely used. They also place a high level of trust in their audience, which they bring into the journalistic production process, and they implement numerous media literacy actions, a line of work with high potential.
Keywords: Trust; Sources of information; Audience; Fact-checking organizations; Disinformation.
La proliferación de contenidos falsos es una de las causas de la pérdida de confianza en los medios de comunicación (Casero-Ripollés et al., 2023). El auge del periodismo fast-food, que supone la creación y el consumo acelerado de informaciones, del churnalism, que consiste en publicar piezas basadas en notas de prensa, y el abuso del clickbait o titular cebo, que es considerado por el público una forma de spam, son otras de las razones que generan esa caída en la confianza en los medios (Rubio Lacoba, 2010; Davies, 2008; Potthast et al., 2016). Según el último Digital News Report, del Instituto Reuters (2024), menos de la mitad de la población —un 40%— confía en las noticias. Esto menoscaba el valor del periodismo, pues la confianza es considerada un elemento fundamental de cohesión social, ya que permite a los medios establecer la agenda pública y vincula a periodistas y audiencias (Wanta y Hu, 1994; Ganziano, 1988). Esta pérdida de confianza se desarrolla en el contexto de una industria periodística lastrada por su declive económico, profesional y de credibilidad (Carlson, 2018; Nielsen, 2016). Esto provoca que buena parte de la población, especialmente la más joven, acuda a otros soportes para informarse, como son las redes sociales (Kantar, 2021).
La ausencia de medios de confianza crea un clima social en el que no está claro qué es información fiable, por lo que la desinformación puede percibirse tan creíble como los contenidos periodísticos (Szostek, 2018). Ante este panorama de pérdida de confianza y legitimidad de los medios tradicionales, las plataformas independientes de fact-checking son una pieza clave en la lucha contra la desinformación (Stencel et al., 2023; Chung y Kim, 2021). Este tipo de iniciativas realizan un trabajo periodístico básico de verificación a posteriori (De Rezende Damasceno y Patrício, 2020; Cazalens et al., 2018), con el fin de acabar con los bulos que circulan por las redes sociales y los sistemas de mensajería instantánea. En ese proceso entran en contacto directo tanto con las fuentes informativas, que les ayudan a contrastar los hipotéticos bulos, como con la audiencia, receptora de las verificaciones.
Partiendo de la importancia de ambos actores en el proceso periodístico, el objetivo de esta investigación es analizar, desde el enfoque de la confianza, qué caracteriza las relaciones que establecen las plataformas de fact-checking independientes hacia sus fuentes, por un lado, y su audiencia, por otro. Para ello, se analizan 18 plataformas de verificación de 18 países y se realizan seis entrevistas en profundidad a editores/as y/o periodistas de seis de las iniciativas estudiadas.
La confianza es un valor clave en el periodismo puesto que la audiencia no puede ser testigo de todos los eventos que podrían influir en su vida diaria, por lo que ha de confiar en otros —los medios de comunicación— para que le informen sobre ellos (Blöbaum, 2014; Brants, 2013). Es un concepto poliédrico, que está condicionado por percepciones de la audiencia relacionadas con la integridad y la responsabilidad (Wenzel, 2020; Schmidth et al., 2019). La confianza en los medios es una forma de confianza institucional (Van Dalen, 2020), de modo que su disminución se relaciona de manera directa con una pérdida de confianza en otras instituciones clave de la sociedad, como el gobierno (Edelman, 2023; Hanitzsch et al. 2018).
En este ámbito cobran un papel destacado las fuentes, al ser una parte crucial en el control y verificación de la información (Póvoa Cazetta y Reis, 2019; Hellmueller y Trilling, 2012). La relación entre fuentes y periodistas está basada en la confianza, lo que explica que este sea un factor destacado al seleccionar la fuente (Wintterlin, 2020; Legrave, 2014). Cuanto mayor y más variado sea el número de fuentes utilizadas, mayor será la calidad de la información para ser difundida y la certeza de que esta sea cierta (Schmitz, 2011). Manninen (2017) ha desarrollado los discursos de confianza, que son las razones que subyacen al uso de las fuentes, lo que condiciona seleccionar unos tipos u otros (véase la tabla 1). El autor analizó su uso por parte de 15 periodistas finlandeses de medios online y explicó que, por ejemplo, cuando señalan que no dudan sobre la fiabilidad de una fuente, están cayendo en un discurso de confianza ideológico, que se corresponde normalmente con fuentes oficiales. En cambio, cuando ven necesario corroborar la información con múltiples fuentes, están encarnando un discurso de consenso.
Tabla 1. Características de los discursos de confianza
Discurso de confianza |
Justificación de uso |
Tipos de fuentes más utilizados |
Ideológico |
La fuente es fiable por defecto |
Autoridades |
Pragmático |
La fuente es lo suficientemente fiable |
Autoridades, expertos, instituciones |
Cínico pragmático |
La fiabilidad de la fuente es irrelevante |
Un único medio de comunicación, políticos |
De consenso |
La fuente/información es fiable porque otras fuentes confirman la información |
Múltiples fuentes periodísticas, incluidos medios de comunicación |
Contextual |
La fuente es fiable en este caso |
Empresas, ONG, políticos |
Fuente: Manninen, 2017 (resumido y traducido por los autores).
La confianza también es un valor destacado en la relación entre los medios y la audiencia, ya que cuando esta confía en ellos, asume un riesgo al no poder verificar si los/as periodistas hacen su trabajo de manera honesta (Grosser, 2016; Giddens, 1990). Distintas circunstancias —ya abordadas en la introducción— han provocado que la confianza depositada por los/as ciudadanos/as en los medios haya disminuido notablemente en los últimos años, por lo que el mayor reto al que se enfrenta el periodismo hoy es recuperar la confianza del público (Fink, 2019). Este percibe que los/as periodistas se están dejando llevar por los poderes político y económico, lo que disminuye su confianza y conexión con ellos (Serrano-Puche et al., 2023; Banjac y Hanusch, 2022).
La participación de la ciudadanía es un componente clave para construir y recuperar dicha confianza social (Nicey, 2020). En este sentido cobran importancia los niveles de transparencia enunciados por Karlsson (2010), que distingue entre transparencia informativa y transparencia participativa. La primera consiste en explicar al público cómo trabaja el medio, es decir, el modo en que seleccionan las informaciones y las producen. La segunda va más allá porque supone una implicación activa de los lectores, que «son invitados a participar en diferentes fases del proceso de producción periodístico»[1] (Karlsson, 2010: 537). Según el autor, la fecha de publicación y actualización, los enlaces a fuentes externas en las informaciones o el acceso a documentos originales en los que se basan las investigaciones periodísticas serían acciones propias de la transparencia informativa, mientras que otras como facilitar el correo electrónico, las redes sociales u otras vías para recibir comentarios, el botón de corrección de errores o la petición de colaboración de los lectores se relacionarían con la transparencia participativa.
Pese a las posibilidades de participación que ofrecen los avances técnicos, varios estudios han demostrado que los/as periodistas son reacios/as a que el público se involucre en el proceso de producción periodístico (Chaparro-Domínguez et al., 2021; Tandoc, 2014; Karlsson, 2011). Esta distancia entre ambos actores explica que los/as redactores/as, a pesar de poseer numerosas métricas sobre el consumo informativo de su audiencia, no se comuniquen con ella de manera eficaz puesto que la conciben como un ente abstracto del que están desconectados (Petre, 2015; Heinonen, 2011).
Sin abandonar la audiencia, pero poniendo el foco de nuevo en la desinformación, la alfabetización mediática es vista como una solución para empoderarla y permitirle desarrollar capacidades críticas, de forma que pueda evaluar por sí sola la veracidad de los contenidos online (Samy-Tayie et al., 2023; Sádaba y Salaverría, 2023). De ese modo, la ciudadanía adquiere un papel activo gracias al desarrollo de competencias mediáticas, que parten de una perspectiva humanista (Pulido, 2019). Las plataformas de fact-checking también están presentes en este ámbito al ser consideradas vehículos de alfabetización mediática por la función pedagógica que desarrollan, que se articula en diferentes acciones formativas y de divulgación, como talleres y cursos, para distintos tipos de públicos (Portugal y Aguaded, 2020; Jiang y Wilson, 2018). Estas iniciativas son un aspecto clave de dichas plataformas «por la necesidad de acompañar a la audiencia y, en definitiva, el compromiso adquirido de servicio público» (Moreno-Gil y Salgado-de Dios, 2023: 296). No en vano, educar a las audiencias es uno de sus objetivos fundamentales (Singer, 2021; Rodrigo Pérez, 2020). Además, estas acciones formativas, de gran impacto social, les permiten diversificar sus fuentes de ingresos (Kuś y Barczyszyn-Madziarz, 2020).
El fact-checking es un fenómeno global con centenares de iniciativas operando en todo el mundo, lo que permite que Graves y Cherubini (2016) distingan dos tipologías: modelo de redacción —cuando nacen dentro de los medios de comunicación— y modelo de ONG —cuando son externas a los medios, ya sean plataformas independientes o impulsadas por organizaciones no gubernamentales, fundaciones, universidades u otras entidades—. Buena parte de las plataformas de ambos tipos pertenece a la Internacional Fact-Checking Network (IFCN), una red que promueve la excelencia en el ejercicio del fact-checking (IFCN, 2023a). Incorporarse a dicha red, de la que forman parte 123 plataformas, implica cumplir cinco principios, como la transparencia en el uso de fuentes y una política de correcciones abierta (IFCN, 2023b).
En los últimos años se han publicado numerosos estudios sobre las plataformas de fact-checking, lo que pone de manifiesto su interés científico (Salaverría y Cardoso, 2023; Hameleers y Van der Meer, 2020). La mayoría de los trabajos abordan las iniciativas que siguen tanto el modelo de ONG como el de redacción. Por ello, esta investigación se focaliza en las primeras ya que la forma empresarial condiciona en buena medida el trabajo diario de sus periodistas (Ye, 2023; Moreno-Gil et al., 2022).
En cuanto a estudios sobre fuentes y plataformas, apenas se han publicado trabajos focalizados en este ámbito, puesto que la mayoría aborda el uso de las fuentes como una parte más del proceso de verificación de los fact-checkers (Vu et al., 2023; Humprecht, 2020). Una excepción es la investigación de Póvoa Cazetta y Reis (2019), que analiza las características de las fuentes utilizadas por las plataformas luso-brasileñas Truco, Lupa, Aos Fatos y Observador Fact Check. Concluyen que las más empleadas son las referenciales, seguidas de otros medios de comunicación y las oficiales[2]. Con respecto al uso frecuente de otros medios, es algo muy poco habitual en la prensa porque «puede atraer a sus lectores hacia la competencia. Los servicios de fact-checking, sin embargo, no parecen preocuparse por esto»[3] (Póvoa Cazetta y Reis, 2019). En esa misma línea se sitúan los resultados de una investigación sobre las verificaciones de la plataforma española Newtral de Blanco et al. (2021), que muestran que las fuentes más consultadas fueron las gubernamentales, seguidas de los medios. Según indican, como el tema principal de los bulos a verificar fue la política, eso explica la importancia que ostentan las fuentes gubernamentales. Otro estudio que incluye una parte sobre fuentes es de Moreno-Gil et al. (2022), quienes realizaron entrevistas en profundidad a editores/as de las plataformas europeas Maldita, Les Surligneurs, Pagella Política y Observador Fact Check. Concluyen que las fuentes más utilizadas son las oficiales —portales estadísticos, fuentes gubernamentales y leyes nacionales y extranjeras, entre otras—, mientras que el resto queda en un segundo plano.
En lo que se refiere a investigaciones sobre las relaciones de la audiencia con las plataformas de fact-checking, sucede algo similar a lo que ocurre con las fuentes: la mayoría no se focalizan en las audiencias, sino que estas aparecen solo en una parte del estudio. Por ejemplo, en el citado trabajo de Moreno-Gil et al. (2022) sobre cuatro plataformas europeas, indican que todas brindan numerosas herramientas online para que el público participe y envíe contenidos para verificar, lo que, según los/as profesionales entrevistados/as, les permite volver a conectar con la sociedad. García Vivero y López García (2021) han desarrollado otra investigación focalizada en las plataformas europeas Maldita, Newtral, Pagella Politica, Les Décodeurs y BBC Reality Check. También concluyen que todas utilizan las redes sociales para difundir sus verificaciones y recibir comentarios, así como servicios de mensajería instantánea y el correo electrónico. Además, observan semejanzas entre las plataformas que pertenecen a la IFCN por los principios que esta red obliga a cumplir a sus miembros. La participación de la audiencia también la abordan, de manera secundaria, Tejedor y Sancho-Ligorred (2023), quienes analizan las características de 120 plataformas de fact-checking y concluyen que la gran mayoría tiene presencia en redes sociales, situándose a la cabeza Facebook y X (antes Twitter). Con respecto a Whastsapp y Telegram, indican que permiten que los fact-checkers establezcan «una línea más directa con sus usuarios» (Tejedor y Sancho-Ligorred, 2023: 938). Además, observan que solo 14 de las 120 plataformas disponen de un apartado en su web con contenidos sobre alfabetización mediática, como guías o herramientas de verificación. Con respecto a estas acciones formativas, Çömlekçi (2022) estudió siete plataformas internacionales y concluyó que la mayoría se asocia a ONG, compañías tecnologías y/o gobiernos para lograr financiación y así poner en marcha este tipo de actividades educativas.
Se observa, por tanto, cómo hasta el momento no se ha llevado a cabo ninguna investigación sobre plataformas de fact-checking del modelo de ONG de varios países que aborden las relaciones que estas mantienen con las fuentes de información y la audiencia.
El objetivo de este estudio es analizar qué caracteriza las relaciones que establecen las plataformas de fact-checking independientes hacia sus fuentes, y su audiencia, basándose en el enfoque de la confianza periodística, con el fin de aumentar los trabajos sobre este campo (Strömback et al., 2020; Prochazka y Schweiger, 2019). Partiendo del marco teórico y conceptual explicado, se plantean las siguientes preguntas de investigación (PI):
· PI 1: ¿Cómo se relacionan las plataformas de fact-checking del modelo de ONG con sus fuentes de información?
· PI 2: ¿Qué papel juega la audiencia en el trabajo diario de las plataformas de fact-checking del modelo de ONG?
· PI 3: ¿Cómo abordan las plataformas de fact-checking del modelo de ONG la alfabetización mediática?
Al partir del enfoque de la confianza periodística, en esta investigación se ha optado por utilizar dos técnicas de corte cualitativo, tal y como recomiendan distintos autores (Garusi y Splendore, 2023; Coleman et al., 2012): el análisis de las páginas web de 18 plataformas de fact-checking del modelo de ONG de 18 países y seis entrevistas en profundidad a editores/as y/o periodistas de seis de las plataformas analizadas.
Para la selección de estas 18 plataformas se partió de la base de datos de The Reporters’ Lab, de la Sanford School of Public Policy de la Duke University. En el momento de realizar el análisis —marzo de 2022—, constaban 391 iniciativas de fact-checking activas en 105 países del mundo. Partiendo de este universo, se acotó la selección tomando como referencia aquellas experiencias del modelo de ONG de fact-checking más relevantes en el ámbito europeo, norteamericano y latinoamericano según su impacto, basado en estudios previos (García Vivero y López García, 2021; Graves y Cherubini, 2016; Palau-Sampio, 2018). Previamente, partiendo de la experiencia de otras investigaciones (Ramon-Vegas y Mauri-Rios, 2020), se había consultado a expertos/as en verificación de relieve internacional en seminarios realizados en Barcelona, Madrid, Sevilla y Bilbao. Estos/as expertos/as señalaron qué plataformas que, debido a su impacto social, antigüedad y audiencia, podían ser interesantes de analizar.
Una vez identificada esta selección de 18 plataformas internacionales (véase la tabla 2), se desarrolló un análisis de contenido cualitativo, una técnica empleada en distintos estudios sobre plataformas (Moreno-Gil et al., 2023; Almansa-Martínez et al., 2022). Tomando como base el documento Best practice guidebook: media accountability and transparency across Europe (Bichler et al., 2012) y las propuestas para el análisis de instrumentos de verificación y rendición de cuentas impulsadas por instituciones independientes (Mauri-Rios et al., 2022), así como las características que indica la IFCN que debe presentar una plataforma de fact-checking, se construyó un esquema de codificación que contempla 17 categorías no excluyentes[4], dos de ellas sobre la relación mantenida con la audiencia:
· Posibilidad de participación por parte de los usuarios a través de múltiples canales.
· Capacidad de impulsar programas o iniciativas de alfabetización mediática para ayudar a la ciudadanía a luchar contra la desinformación.
Estas categorías de análisis permitieron obtener resultados relevantes para responder a las PI 2 y PI 3, que después se contrastaron con las respuestas obtenidas en las entrevistas en profundidad.
Tabla 2. Plataformas de fact-checking del modelo de ONG analizadas
Plataforma |
País |
Año de creación |
Bolivia Verifica |
Bolivia |
2019 |
Chequeado |
Argentina |
2010 |
ColombiaCheck |
Colombia |
2016 |
Demagog |
Polonia |
2014 |
Ecuador Chequea |
Ecuador |
2016 |
Ellinika Hoaxes |
Grecia |
2013 |
Factual |
Rumanía |
2014 |
FHJ Factory |
Países Bajos |
2017 |
Full Fact |
Reino Unido |
2010 |
Les Surligneurs |
Francia |
2017 |
Lupa |
Brasil |
2015 |
Mala Espina |
Chile |
2020 |
Maldita |
España |
2018 |
Nelez |
República Checa |
2020 |
Pagella Politica |
Italia |
2012 |
Polígrafo |
Portugal |
2018 |
PolitiFact |
Estados Unidos |
2007 |
Tjekdet |
Dinamarca |
2016 |
Fuente: elaboración propia basada en los datos de las páginas web de las plataformas.
El análisis de las plataformas de modelo de ONG se complementa con entrevistas semiestructuradas en seis de los proyectos analizados. El uso de la entrevista semiestructurada es habitual en investigaciones en comunicación y recientes estudios sobre plataformas de verificación se han sustentado en esta metodología (Singer, 2021; Graves y Anderson, 2020). La elección de las personas a entrevistar se realizó teniendo en cuenta la representatividad geográfica de las distintas iniciativas y la inclusión de editores/as y/o periodistas, es decir, que tuvieran perfiles periodísticos, no técnicos o de marketing (véase la tabla 3).
Tabla 3. Profesionales entrevistados/as según plataformas
Plataforma |
País |
Profesionales entrevistados/as (cargos) |
Bolivia Verifica |
Bolivia |
Patricia Cusicanqui (redactora jefa), Jesús Ramiro Vargas Villena (editor), Adriana Olivera Rodríguez (editor) |
Mala Espina |
Chile |
Tomás Martínez (director) |
Maldita |
España |
Pablo Hernández Escayola (coordinador de investigación académica) |
Polígrafo |
Portugal |
Gustavo Sampaio (director adjunto) |
PolitiFact |
Estados Unidos |
Katie Sanders (redactora jefa) |
Dinamarca |
Thomas Hedin (director y redactor jefe) |
Fuente: elaboración propia con datos facilitados por las plataformas.
Las preguntas planteadas a las personas entrevistadas giraron en torno a cinco bloques temáticos: orígenes, personal y estructura de la plataforma; agenda, volumen y frecuencia de las verificaciones; procedimientos y recursos de verificación; difusión de las verificaciones, e impacto y desafíos a medio plazo. Atendiendo a los objetivos de este artículo, se han analizado las respuestas sobre la relación de las plataformas con sus fuentes de información, el rol del público en su trabajo diario y las acciones de alfabetización mediática que realizan. Las entrevistas se realizaron por videoconferencia —salvo la de Maldita, que fue presencial— entre octubre de 2022 y marzo de 2023. Todas fueron grabadas para su posterior transcripción y análisis.
En las entrevistas en profundidad realizadas, cuando se pregunta a los/as periodistas y editores/as de las plataformas sobre el tipo de fuentes que consultan habitualmente, la mayoría hace referencia a oficiales, en primer lugar, y expertas, en segundo lugar. Katie Sanders (PolitiFact) señala que utilizan con frecuencia informes de la Oficina Presupuestaria del Congreso de Estados Unidos, del Departamento de Trabajo o datos climáticos de la NASA. Por su parte, Pablo Hernández (Maldita) indica que las fuentes institucionales y oficiales son muy relevantes para su trabajo diario. Recalca que, durante la pandemia provocada por la COVID-19, el 63% de fuentes utilizadas en la sección Maldito Dato eran oficiales. En lo que se refiere a las fuentes expertas, en Maldita cuentan con una base de datos de usuarios/as, que son especialistas en determinados temas, por lo que son consultados con frecuencia como fuentes de los contenidos que verifican.
En la plataforma Polígrafo afirman que utilizan fuentes estadísticas públicas, pero también bases de datos de empresas privadas. Gustavo Sampaio señala la diferencia en el uso de fuentes que supone trabajar en una plataforma de fact-checking frente a un medio tradicional:
Yo estaba habituado a consultar fuentes que sabía quiénes eran, pero que permanecían anónimas en el texto, y era un periodismo correcto. En la verificación sabemos que alguien dijo algo, pero tenemos que usar siempre fuentes identificadas. Esta es una diferencia importante.
Las fuentes expertas ocupan un lugar importante para TjekDet. Según Thomas Hedin, además de usar fuentes estadísticas públicas, utilizan fuentes expertas, que son investigadores/as en un 90% de los casos. En Bolivia Verifica, para ofrecer una lectura de la realidad más equilibrada a su audiencia, intentan contar con la mayor cantidad de este tipo de fuentes especializadas, siendo el mínimo habitual dos. Además, como indica Adriana Olivera, también utilizan otros medios de comunicación como fuentes:
Acá se usa mucho a los medios de comunicación para hacer imágenes y decir que eso lo posteó el medio. Entonces nos comunicamos con el medio y, como segunda fuente, sería la persona aludida, que suele ser un político. En ese momento, le llamamos para verificar si dijo o no lo publicado. Luego ponemos un poco de contexto, que buscamos en los medios de comunicación. En el caso del discurso público, sí o sí entra la fuente oficial, la fuente original y la fuente alternativa, porque tenemos que respaldarnos de todos lados.
En cuanto a la relación que mantienen con sus fuentes, la mayor parte de las plataformas abordadas —PolitiFact, Maldita, Polígrafo y TjekDet— reconoce que es fluida y no observa problemas significativos. Este es el caso, por ejemplo, de Polígrafo, donde indican que han sabido ser equilibrados y fundamentar sus piezas de forma exigente, lo que ha ayudado a que la audiencia les respete. Por su parte, Thomas Hedin (TjekDet) explica que para ellos es importante que los/as expertos/as consultados/as reciban los artículos en los que colaboran por correo electrónico antes de publicarse. Añade que este protocolo no lo siguen con los/as políticos/as a los que consultan, ya que entienden que su contacto con los medios es más habitual.
A diferencia de las plataformas anteriores, donde el acceso a las fuentes oficiales no se identifica como un problema, en Bolivia Verifica explican que la comunicación institucional bloquea demasiado. Esto hace que, si se desea confirmar un dato, sea habitual que las entidades estatales no contesten o digan que lo desconocen y resulte más fácil usar fuentes alternativas.
La política de corrección de errores guarda una estrecha relación con las fuentes. Al ser miembros de la IFCN, todas las plataformas cuentan con un procedimiento claro de cómo actuar cuando suceden esta situación. Así lo explica Katie Sanders (PolitiFact), que afirma que tan pronto cometen un error, emiten una corrección. De igual modo, Pablo Hernández (Maldita) señala que su política de rectificaciones se activa en cuanto identifican que han hecho una afirmación que después se demuestra que es falsa. De acuerdo con esta política, en Maldita establecen distintos grados de modificación de los artículos publicados, siendo los más graves aquellos casos en los que se afirma que algo es un bulo y después se demuestra que no lo es. Para evitar tener que llegar a corregir un texto publicado, Thomas Hedin (TjekDet) reconoce que graban todas las conversaciones que mantienen con sus fuentes. «[Grabar] Es algo que debemos hacer porque estamos escribiendo lo que dicen […] y también es para tener pruebas de lo que dijeron», señala.
En Bolivia Verifica evidencian, de nuevo, una realidad menos cómoda para los verificadores que la mostrada por el resto de plataformas consultadas sobre la corrección de los errores cometidos. Así lo explica Jesús Ramiro Varga:
Observo que la presión hacia el verificador, por lo menos en Bolivia, es el doble de la presión que tiene un periodista cualquiera en otro medio de comunicación, porque no se te permite equivocarte prácticamente. Todos los medios, los políticos y personalidades, están pendientes de si cometes o no un error. Como si se pagase más caro el error en la verificación.
Partiendo del análisis realizado de los contenidos de los sitios web de las 18 plataformas seleccionadas para este estudio, se observa que 16 utilizan mecanismos que facilitan la interacción con sus audiencias. Factual, de Rumanía, y Nelez, de la Republica Checa, no brindan esta opción. La participación de los usuarios se materializa principalmente a través de dos tipos de acciones: la sugerencia de temas para verificar y la detección de errores, como detallan los/as profesionales entrevistados. Thoman Hedin (TjekDet) señala que desde la plataforma danesa animan a que los/as usuarios/as indiquen aquellos temas que creen que es necesario verificar. Tienen dos canales habilitados para ello: correo electrónico o formulario web. Este último permite contactar con ellos de forma anónima. En esta línea, Katie Sanders (PolitiFact) confirma que desde su plataforma «se fomenta el envío de peticiones de los lectores». De acuerdo con lo que explica Tomás Martínez (Mala Espina), los temas que eligen para verificar deben ser de interés público y virales, con el fin de frenar aquellos bulos que están teniendo una gran difusión. Para identificarlo utilizan dos vías:
Una es la que nosotros podemos observar, la desinformación que vamos pudiendo detectar en redes sociales, etcétera. Y otra es la que nos envía nuestra comunidad de seguidores a través de las mismas redes sociales o a través de una línea de WhatsApp que tenemos. Eso funciona bastante bien porque prácticamente todos los días nos llegan solicitudes.
Si bien el número de verificaciones que proviene de peticiones de la audiencia es variable, casi todas las plataformas analizadas lo consideran relevante. Katie Sanders (PolitiFact) señala que en torno a la mitad de los contenidos que verifican proviene de sus usuarios/as, mientras que Gustavo Sampaio (Polígrafo) lo sitúa en el 25%. Según Sampaio, es una cifra destacada ya que también cuentan con otras fuentes para identificar posibles verificaciones, como las campañas electorales. En el caso de TjekDet, Thomas Hedin explica que solo una o dos de cada diez propuestas de temas que verifican proviene de la audiencia. Tomás Martínez (Mala Espina) no identifica de forma concreta el volumen de este tipo de peticiones, pero sí señala que proceden de usuarios/as generalmente de más de treinta años. Desde Maldita son conscientes de que los usuarios pueden ser una fuente importante para alertar de verificaciones que merecen la pena investigar. Así, Pablo Hernández afirma que, si identifican que existen numerosas consultas sobre un tema, comienzan a trabajar sobre él.
Volviendo al análisis de los sitios web de las plataformas, entre los canales más utilizados para canalizar la participación destacan las redes sociales, presentes en las páginas web de la mayoría de las plataformas estudiadas. El correo electrónico también es empleado por un número elevado de proyectos, como Les Surligneurs, Lupa, Maldita, TjekDet o PolitiFact. El propio sitio web, a través de formularios, es otra vía bastante utilizada para facilitar esta interacción, como es el caso de Demagog, Lupa, TjekDet o Full Fact. El servicio de mensajería WhatsApp es otro canal muy popular para que la audiencia interactúe con las plataformas, tal y como sucede en Ecuador Chequea, Lupa, Bolivia Verifica o Maldita. Jesús Ramiro Vargas (Bolivia Verifica) señala en su entrevista que la interacción con el público es importante, sobre todo, a través de mensajes privados en redes sociales y explica que uno de los proyectos en los que están trabajando es un chatbot:
[El chatbot] Funciona por medio de WhatsApp y con él interactuamos con el público. Tenemos una línea y, si bien el chatbot ya te da respuestas preelaboradas, el usuario puede contactar con el verificador en base a lo que vaya requiriendo. Es decir, puede tener el contacto directo con el verificador.
Pablo Hernández (Maldita) explica que tienen una persona dedicada exclusivamente a la comunidad. Al igual que Maldita, Gustavo Sampaio (Polígrafo) señala que en la plataforma lusa cuentan con un profesional que diariamente filtra y responde a los usuarios, que les hacen llegar dudas o sugerencias. Según Sampaio, en Instagram obtienen un volumen elevado de interacciones con sus publicaciones.
En cuanto al impulso de acciones de alfabetización mediática e informacional, la mayor parte de las plataformas promueven este tipo de actividades, según se desprende del análisis de contenido aplicado a las 18 plataformas. De algunas de ellas, sin embargo, no hay constancia en sus páginas web de que las realicen. Este es el caso de Factual, Nelez, Ecuador Chequea, Ellinika Hoaxe, ColombiaCheck, PolitiFact, Polígrafo y Holanda FHJ. Pese a ello, en el caso de esta última plataforma, en su sitio web queda patente la motivación de implicar a los ciudadanos de Tilburg (Países Bajos) en el proyecto. En cuanto a PolitiFact y Polígrafo, ambas llevan a cabo este tipo de acciones, aunque no figuren en sus espacios web. Según explica en su entrevista Katie Sanders, en PolitiFact trabajan de forma muy estrecha con el programa MediaWise, del Poynter Institute. Creado en 2018, esta iniciativa tiene como objetivo educar a estudiantes, activistas o periodistas. Por su parte, Gustavo Sampaio (Polígrafo) confirma su participación en actividades de alfabetización mediática, sobre todo con el proyecto Iberian Media Research & Fact-Checking (IBERIFIER). Además, han impartido cursos para universitarios/as y están organizando un posgrado con una universidad pública sobre fact-checking en periodismo.
Si se presta atención a las plataformas que sí dan publicidad a este tipo de actividades en sus páginas web, en el análisis efectuado se observa una gran diversidad de enfoques. Mientras que, por ejemplo, Les Surligneurs organiza jornadas de debate sobre desinformación y verificación, en Pagella Política informan de proyectos europeos en el campo de la alfabetización mediática como Spotted o Fakespotting. Por su parte, Chequeado cuenta en su web con un módulo de educación que busca desarrollar la capacidad crítica de los jóvenes y capacitar a periodistas en el uso de los datos. En esta línea, Demagog pone a prueba las capacidades de su audiencia en resolver posibles contenidos falsos y cuenta con el proyecto Fact-Checking Academy, dirigido a estudiantes, profesores, personas mayores y empresas. El espacio educativo de Lupa es LupaEducação, donde indican que sus talleres virtuales y presenciales sobre fact-checking han formado a más de 7.000 personas. En cuanto a TjekDet, a través de su sitio web proporciona material didáctico dirigido a jóvenes. En su entrevista, Thomas Hedin apunta que el presupuesto para este tipo de actividades se ha triplicado en el último año y que han dado formación en las escuelas secundarias de Dinamarca con el apoyo de Google. Por su parte, en la página web de Mala Espina figura un curso virtual, que impartieron en 2023, donde enseñaban cómo combatir los bulos Tomás Martínez explica que el objetivo de estas actividades es generar impacto social:
La idea surgió en el 2022, luego de estar en el encuentro anual de LatamChequea, donde hubo algunos paneles específicos sobre el tema educativo. Entonces ahí fuimos un poco recogiendo algunas ideas, algunos conceptos. Estuvimos conversando también con algunas de las instituciones […] y nos dijeron que iban a hacer cursos gratuitos. Eso es importante en el fondo, que la gente común y corriente no tenga que pagar por estos cursos.
En la página web de Maldita, que tiene una sección llamada Maldita Educa, queda patente que organizan charlas, conferencias, cursos y que colaboran en un máster universitario. Según Pablo Hernández, creen que para luchar contra la desinformación de forma eficaz no basta con que las plataformas desmientan bulos, sino que son necesarias acciones de este tipo:
Es muy importante que los ciudadanos sean más resistentes, sepan cómo están tratando de manipularles, cómo están tratando de engañarles y tengan una serie de herramientas para darse cuenta y decir: “No me voy a fiar de esto. Voy a comprobar si esto es cierto”.
Hernández (Maldita) explica que tienen 25 iniciativas para perfiles de todas las edades y que advierten una elevada demanda de cursos de alfabetización. Por último, en la página web de Bolivia Verifica se recogen formaciones en fact-checking para periodistas y ciudadanos/as en general. Jesús Ramiro Vargas explica que han impartido talleres por toda Bolivia a periodistas, estudiantes universitarios/as de Comunicación Social, profesores/as y también a comunidades indígenas. Adriana Olivera destaca los contenidos formativos que difunden a través de Whatsapp, enfocados a la población sénior.
El objetivo de esta investigación era analizar las relaciones que se establecen entre las plataformas de fact-checking del modelo de ONG y dos actores clave del proceso periodístico: fuentes informativas y audiencia. Se observa cómo las fuentes que más utilizan los fact-checkers son las oficiales, en la línea de otros estudios (Moreno-Gil et al., 2022; Blanco et al., 2021). Asimismo, las entrevistas revelan la elevada confianza que generan las fuentes expertas, hasta el punto de que en TjekDet envían el contenido de la verificación a estas antes de publicarlo (PI 1). Además, queda patente la importancia del uso heterogéneo de fuentes y también cómo los medios de comunicación son una fuente adecuada a la que acudir, conclusión a la que también llegaron Póvoa Cazetta y Reis (2019). En cuanto a los discursos de confianza, si partimos de los enunciados por Manninen (2017), se puede inferir que cuando las plataformas se limitan a recoger la versión que brinda una fuente oficial, están cayendo en un discurso ideológico. En cambio, cuando dan voz, además, a expertos/as u otras fuentes lo suficientemente fiables, encarnan un discurso pragmático, que es el más frecuente en su trabajo diario de verificación. En temas polémicos, como indicaban en Bolivia Verifica, es necesario un amplio uso de fuentes heterogéneas que confirmen la información, lo que se corresponde con un discurso de consenso. Desde esta misma plataforma señalaban que la presión para que el verificador no se equivoque es mayor que la que tienen los/las periodistas en los medios tradicionales y parece que el error en los procesos de verificación es más caro. A la luz de las declaraciones de los/as profesionales entrevistados/as sobre su relación con las fuentes informativas, queda patente la dependencia de las plataformas en su trabajo diario de verificación tanto de las fuentes oficiales como de las expertas.
En lo que se refiere al papel de la audiencia (PI 2), esta nutre a las plataformas de posibles temas que verificar, lo que la introduce en la primera fase del proceso de producción periodístico. Este tipo de acción se corresponde con la transparencia participativa, enunciada por Karlsson (2010), y pone de relieve la confianza que otorgan los proyectos de fact-checking a sus audiencias, algo poco habitual en otro tipo de medios de comunicación, reacios a estas prácticas (Chaparro-Domínguez et al., 2021; Tandoc, 2014). Otro ejemplo se observa cuando los/as usuarios/as que son especialistas en algún tema se convierten en fuentes expertas, algo que lleva a cabo la plataforma Maldita. Asimismo, la mayor parte de las iniciativas estudiadas utilizan las redes sociales y los servicios de mensajería como Whatsapp para que el público interactúe con ellas, acciones también propias de una transparencia participativa. El uso generalizado de los social media como canales de escucha activa está en la línea de lo observado en otros estudios (Tejedor y Sancho Ligorred, 2023; García Vivero y López García, 2021). Se observa, por tanto, la importancia de estos canales de participación digitales para las plataformas de fact-checking, hasta el punto de llegar a ser dependientes de ellos en lo que a la relación con la audiencia se refiere.
Con respecto a las acciones de alfabetización mediática (PI 3), aunque la mayor parte de las plataformas analizadas las desarrollan, en muchos casos (8 de 18) estas no figuran en sus páginas web, como destacaron Tejedor y Sancho-Ligorred (2023). Se observa cómo parte de las iniciativas del modelo de ONG estudiadas dedican en exclusiva sus espacios web a la publicación de las verificaciones de bulos, dejando fuera las actividades formativas, que, en muchos casos, se desarrollan de forma offline, separando así estas dos áreas de trabajo. Por otro lado, tal y como apuntaban Kuś y Barczyszyn-Madziarz, (2020), queda patente que la alfabetización mediática es una línea de negocio de interés para ellas, por la alta demanda que ostentan estos cursos y talleres, de perfiles de público heterogéneos, y por sus alianzas con Google u otras entidades privadas o públicas, como señalaban en Maldita y TjekDet y había señalado Cömlekçi (2022) en su estudio. Los medios de comunicación, por lo general, no ponen en práctica este tipo de iniciativas formativas, pese a que los expertos indican que la clave para acabar con la desinformación reside en la educación (Samy-Tayie et al., 2023; Sádaba y Salaverría, 2023). Esta labor de servicio público que sí que realizan las plataformas independientes de fact-checking refuerza la confianza que le brindan sus audiencias.
Por otro lado, esta investigación presenta varias limitaciones. No ha sido posible realizar entrevistas en las 18 plataformas cuyas páginas web han sido analizadas. Pese a ello, se considera que, teniendo en cuenta que la entrevista es una técnica cualitativa, una muestra de seis, de Europa, América del Norte y América del Sur, resulta adecuada para los objetivos planteados. Otra limitación es geográfica. Se han analizado proyectos de Europa y América, pero se ha dejado fuera a Asia y África. Sería recomendable que futuras investigaciones estudiasen plataformas del modelo de ONG afincadas en países de estas regiones, como 211 Check (Sudán del Sur), PesaCheck (Mali), Nepal Fact Check (Nepal) o Taiwan FactCheck Center (Taiwan). Además, resultaría de interés que se realizasen estudios sobre los dos actores abordados en este trabajo, que se ha planteado desde el enfoque de las plataformas: fuentes informativas y audiencia. Podría analizarse qué opinan tanto el público como las fuentes en cuanto a la relación que mantienen con las plataformas de fact-checking del modelo de ONG, desde el punto de vista de la confianza.
Este estudio se ha desarrollado con un enfoque innovador, pues hasta el momento no se había realizado ninguno internacional sobre plataformas de fact-checking de modelo de ONG que abordase, desde el enfoque de la confianza, las relaciones que estas mantienen con las fuentes y la audiencia, quienes condicionan, en buena medida, el trabajo de verificación que realizan cada día.
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[1] Traducción de los/as autores/as a partir de: «being invited to participate in different stages in the news production process».
2 Póvoa Cazetta y Reis (2019) entienden por fuentes oficiales las que representan a las autoridades, mientras que las referenciales incluyen documentos como tesis, informes o artículos y también los contenidos que reciben los periodistas de los poderes públicos, pero sin intermediación de sus departamentos de comunicación, por ejemplo, gracias a una solicitud de información pública, amparada en la ley de transparencia de Brasil.
3 Traducción de los/as autores/as a partir de: «pode atrair seus leitores para os concorrentes. Os serviços de fact-checking, no entanto, não parecem se preocupar com isso».
3 La ficha de análisis completa, con las 17 variables, se puede consultar aquí: