index.comunicación | nº 7 (3) 2017 | Páginas 23-28

E-ISSN: 2174-1859 | ISSN: 2444-3239 | Depósito Legal: M-19965-2015

Comunicación de calidad para el desarrollo humano

Quality Communication For human development

Federico Mayor Zaragoza | Presidente de la Fundación Cultura de Paz y ex Director General de la UNESCO

mundi.tif

Resumen: En la era digital, los medios de comunicación son hoy, por fortuna, instrumentos asequibles que permiten progresivamente a todos los seres humanos –hasta ahora confinados y silentes– saber lo que ocurre en cualquier parte del mundo, pudiendo, además, expresar sin cortapisas sus propios puntos de vista y opiniones. Este artículo insiste en el valor de la Comunicación para alcanzar la igualdad del ser humano en todos los sentidos. La “igual dignidad –escribe el autor– como fundamento del mundo que anhelamos”. Palabras clave: comunicación; igualdad; desarrollo; cooperación internacional; ciudadanía.

Abstract: In the digital age, the Media are today, fortunately, affordable instruments that progressively allow all human beings –up to now confined and silent– to know what is happening anywhere in the world, being able, in addition, to express their own views and opinions. This article insists on the value of Communication to achieve the equality of the human being in all the senses. “The same dignity –writes the author– as the foundation of the world we long for.” Keywords: Communication; Equality; Development; International Cooperation; Citizenship.

 

“La voz que pudo ser remedio y, por miedo, no fue nada”

La esencia de la educación es la comunicación. Aprender a expresarse, aprender a escuchar, aprender a respetar las opiniones y criterios de los otros, aprender a hacer valer los propios…

Comunicación en todas las dimensiones: personal, individual y entre colectivos, interinstitucional, internacional, intergeneracional… La comunicación es un proceso ineludiblemente interactivo. No puede ser unilateral. La reciprocidad es esencial. En efecto, la información unidireccional y unívoca no es comunicación.

Es preciso, por tanto, observar el principio básico de la igual dignidad de todos los seres humanos, sea cual sea su género, etnia, cultura, creencia, ideología. El concepto de dignidad es tan relevante que la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, aprobada en el año 2000 como guía necesaria en los albores de siglo y de milenio, sitúa a la dignidad en el primer artículo de la Carta, para indicar el relieve que desde todos los puntos de vista tiene considerar la igualdad sin cortapisas.

Este reconocimiento es fundamental como ‘principio democrático’ que debe inculcarse en todo el proceso educativo. Cada ser humano único, capaz de crear, constituye la esencia misma de las facultades distintivas de la especie humana, es motivo de esperanza porque aleja cualquier pretensión de prevalencia de unas culturas o creencias sobre otras, del fanatismo, del dogmatismo, del racismo, de la xenofobia. Todos iguales en dignidad, todos diversos hasta el límite de la unicidad.

Y, a través del proceso educativo, todos ‘libres y responsables’ como establece la Constitución de la UNESCO para quienes son “educados”. La libertad es el don supremo de la humanidad. Incardinado en temporales estructuras biológicas, cada persona es capaz de volar, las alas libres de adherencias, en el espacio infinito del espíritu. Dotado de las capacidades distintivas de pensar, imaginar, anticiparse, innovar… única naturaleza consciente, sale que sabe y su interacción, su comunicación es excepcionalmente inteligente.

‘Comunicar’ significa ‘hacer a otro partícipe de lo que uno tiene, descubrir, manifestar o hacer saber a alguien alguna cosa’. Es fundamental, para que la comunicación sea auténtica, asegurar una información veraz, especialmente cuando debe transmitirse al gran público. Permitir una versión sesgada, errónea de lo que acontece es un auténtico delito. El inmenso poder mediático actual, dominado por los mercados, hace que la mayor parte de las comunicaciones audiovisuales y escritas no correspondan a la realidad. Tiene que diferenciarse muy bien lo que es “escribir” y “describir”. Cuando se escribe, se puede decir lo que uno quiera, inventar, todo puede ser una gran ficción. Lleva la firma de quien “crea” la comunicación. Pero cuando se “describe” es un deber ajustarse estrictamente a los hechos, comunicar lo que realmente sucede y se informa.

Es evidente, pues, que la independencia es fundamental para que se transmitan informaciones que respetan escrupulosamente la realidad. La libertad de información es premisa imprescindible para una comunicación verídica. En el contexto neoliberal, en el que los mercados han sustituido los valores éticos por los bursátiles y han marginado al multilateralismo democrático, es preciso luchar contra unos medios que son ‘la voz de su amo’, para retomar aquí a uno de los principales actores de la época de las gramolas.

En la era digital, los medios de comunicación son hoy, por fortuna, instrumentos asequibles que permiten progresivamente a todos los seres humanos –hasta ahora confinados y silentes– saber lo que ocurre en cualquier parte del mundo, pudiendo, además, expresar sin cortapisas sus propios puntos de vista y opiniones. Ahora ya puede ponerse en práctica la clarividente frase primera de la Carta de las Naciones Unidas: “Nosotros, los pueblos…”. Ahora ya puede ser la gente, y no los Estados o los gobiernos, los que alcen la voz, los que hagan que la comunicación sea multidireccional e influyente. ¡La voz de los pueblos!, la esencia de la democracia participativa, ahora ya sí puede pasar a ocupar el alto lugar que le corresponde en la gobernación a todas las escalas. En 1945 era un destello de lucidez hacia el futuro. Ahora ya es factible el clamor popular que fundamenta la democracia genuina, y no la de los procesos electorales con encuestas amañadas y acosos de toda índole, que conducen a frágiles y vulnerables democracias ‘representativas’. La moderna comunicación permitirá, en muy pocos años, que “la voz” sea patrimonio de todos, que cada ser humano único juegue el papel que le corresponde y contribuya a poner en las manos de toda la sociedad, y no sólo de unos cuantos hombres encumbrados en el poder, las riendas del destino común.

La inmensa diversidad cultural, la tan fructífera como indescriptible individualidad hace que cada ser humano –distinto biológica e intelectualmente en cada momento de su existencia, ya que nunca se es en el instante ulterior como se era en el precedente– pueda ser actor de su presente y de su devenir. Por ello tenemos que esforzarnos en luchar para superar el inmenso poder mediático que convierte en espectadores impasibles y obcecados a tantos y tantos ciudadanos.

La ciudadanía mundial no es sólo una posibilidad sino un deber. Ante los grandes desafíos globales, en los que se pueden alcanzar rápidamente puntos de no retorno, son insoslayables repuestas globales, actitudes globales. Los problemas son colosales pero también lo son los recursos que hoy tenemos para hacerles frente. Por eso es necesario y apremiante que la democracia no sólo sea una estructura de poder sino que resulte de la aplicación de unos principios éticos, sociales, políticos, económicos, culturales e internacionales. Es con estos supuestos que hace unos años elaboramos con Karel Vasak, Mario Soares, Juan Antonio Carrillo Salcedo y otros intelectuales de primer orden una Declaración Universal de la Democracia (https://declaraciondemocracia.wordpress.com/) para que fuera posible superar debidamente las situaciones de deriva ética e insolidaridad que ha conducido la plutocracia (G-6, G-7, G-8, G-20) y una economía basada en la especulación, la deslocalización productiva y la guerra. No me canso de repetir que cada día mueren de hambre más de 20.000 personas, la mayoría niñas y niños de uno a cinco años de edad, al tiempo que se invierten en gastos militares y armamento 4.000 millones de dólares. En lugar de incrementar las ayudas al desarrollo sostenible para que se pueda vivir dignamente en los lugares de origen, se reducen de tal modo las ayudas que, para sobrevivir, son muchos los seres humanos forzados a abandonar sus hogares paupérrimos para intentar alcanzar las costas de los países más prósperos en los que encuentran rechazo en lugar de brazos abiertos, actitud impensable hace unos años que ahora es una triste realidad en la Unión Europea, una unión estrictamente monetaria que ha dado la espalda a la magnífica Carta de Derechos Fundamentales, que –como se ha indicado– se inicia, precisamente, con el respeto a la igual dignidad humana.

Comunicación de calidad, pues, para contribuir al advenimiento de una democracia a escala internacional, a un multilateralismo democrático fortalecido, para que prevalezca en todas partes un estado de justicia (no digo de “derecho”, porque lo que se necesitan son leyes justas y no observar las que no lo son). Comunicación de calidad para el desarrollo humano, para asegurar que los Objetivos del Desarrollo Sostenible podrán ponerse en práctica, evitando que suceda lo que en los años 2000 a 2015: ha sido el fracaso de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. No había dinero en el año 2000 para un gran fondo mundial para la alimentación que permitiera poner en práctica la erradicación del hambre. No había dinero para luchar en todas partes contra el virus del Sida… pero, sin embargo, las desigualdades sociales alcanzaban puntos inadmisibles: el Informe Intermón-Oxfam constituye un aldabonazo para todas las conciencias, ya que indica que menos de 80 personas poseen una riqueza superior a la mitad de la humanidad (¡3.500 millones de personas!).

Es urgente conseguir grandes movilizaciones para el restablecimiento de un sistema multilateral y de unas Cortes internacionales de Justicia que pongan término a la actual impunidad de los grandes tráficos (¡drogas, armas, patentes, personas...!).

Una comunicación de tal intensidad y ámbito que permita –mañana puede ser tarde– el cumplimiento de los Acuerdos de París (diciembre de 2015) sobre el cambio climático y la sostenibilidad de la biosfera. Comunicación que impida que insólitos y discrecionales líderes políticos –como sucede ahora con el Presidente republicano Trump de los Estados Unidos– incumplan llevar a cabo acciones de las que depende la calidad de la habitabilidad de la Tierra. Se trata de una responsabilidad intergeneracional en la que no se debe ceder ni un milímetro, en la que es preciso utilizar todos los medios de comunicación disponibles para que sea “la gente” y no unos cuantos los que sean capaces de hacer frente a estos grandes retos del mañana.

La economía debe basarse en el conocimiento científico para procurar un desarrollo generalizado sostenible y humano. Ahora ya es posible. Ahora no hay justificación para actuar de otra manera.

Me gusta repetir que el por-venir está por-hacer. Y esta es nuestra esperanza y nuestra gran responsabilidad. Debemos aprovechar la inmensa capacidad de comunicación actual para conseguir que nunca más sea el poder absoluto basado en la razón de la fuerza el que prevalezca.

La transición histórica que se avecina es, precisamente, la de la fuerza a la palabra. Decía Nelson Mandela que pasar de la cultura de guerra a la cultura de paz requería la participación de la mujer en la toma de decisiones ya que “la mujer sólo excepcionalmente utiliza la fuerza mientras que el hombre solo excepcionalmente no la utiliza”. Después de siglos de poder absoluto masculino llega ahora, por fin, la igualdad progresiva de género para, junto a unos medios de comunicación extraordinarios, iluminar los caminos del mañana.

Comunicación para pasar de la mano alzada a la mano tendida, de la prevalencia a la igualdad. La igualdad en todos los sentidos. La igual dignidad como fundamento del mundo que anhelamos.

Que la estela luminosa de José Carlos Sendín, legado de inmenso valor y oportunidad, siga siendo brújula que oriente los caminos a recorrer, especialmente los de África, fuente de sabiduría.

Para citar este artículo:

Mayor Zaragoza, F. (2017): ‘Comunicación de calidad para el desarrollo humano’, en index.comunicación, 7(3), 23-28.