indexcomunicación | nº 13(1) 2023 | Páginas 175-195

E-ISSN: 2174-1859 | ISSN: 2444-3239 | Depósito Legal: M-19965-2015

Recibido el 16_04_2022 | Aceptado el 30_09_2022 | Publicado el 15_01_2023

 

 

Reescrituras transmedia del universo Sherlock: de Doyle a la BBC

 

Transmedia rewritings of the Sherlock universe: from Doyle to the BBC

 

https://doi.org/10.33732/ixc/13/01Reescr

 

 

Cora Requena Hidalgo

Universidad Complutense de Madrid

crequena@ucm.es

https://orcid.org/0000-0002-3839-7344


 

Dibujo en blanco y negro

Descripción generada automáticamente con confianza mediaPara citar este trabajo: Requena Hidalgo, C. (2023). Reescrituras transmedia del universo Sherlock: de Doyle a la BBC. index.comunicación, 13(1), 175-195. https://doi.org/10.33732/ixc/13/01Reescr

 

 

Resumen: Desde su aparición en el siglo XIX Sherlock Holmes ha sido objeto de un sinnúmero de adaptaciones a múltiples formatos, medios y plataformas que actualizan el personaje, icono y paradigma del investigador independiente. Su incorporación al siglo XXI ha ocasionado una ampliación del universo en un primer momento creado por Arthur Conan Doyle, a través de la aparición de una multiplicidad de autores que bien se han regido por el canon o bien han optado por la interpretación más libre del fandom. Este artículo hace un recorrido breve por ambas tradiciones para luego centrarse en el análisis de las contribuciones que la última producción de la cadena televisiva británica BBC Sherlock (2010-2017) ha aportado al imaginario colectivo en el que se inscriben el personaje y su universo. En este análisis las producciones transmedia para la realización de la serie son especialmente importantes, así como los cambios que estas han provocado en el tipo de relaciones que el detective establece con su entorno inmediato, tecnológico y humano, que le otorgan una nueva dimensión en sintonía con los nuevos tiempos.

 

Palabras clave: Sherlock Holmes; teoría de la adaptación; series de televisión; transmedia; transtextualidad.

 

 

Abstract: Since his appearance in the 19th century, Sherlock Holmes has been the subject of several adaptations to multiple formats, media, and platforms that update the character, icon, and paradigm of the independent detective. His updating to the 21st century has caused an even greater expansion of the fictional universe created, at first, by Arthur Conan Doyle, and, later, by a multiplicity of authors who have either been governed by the canon or have opted for a freer interpretation of fandom. This article makes a brief tour of both traditions and then focuses on the analysis of the contributions that the last production of the British television channel BBC Sherlock (2010-2017) has made to the collective imagination in which the character and his universe are inscribed. In this analysis the contributions that transmedia productions have made to carry out the series are especially important, as well as the changes they have brought about in the type of relationships that the detective establishes with his immediate, technological, and human environment, and which give him a new dimension in tune with the new times.

 

Keywords: Sherlock Holmes; Adaptation Theory; TV Series; Transmedia Storytelling; Transtextuality.


1.   Introducción

La literatura policiaca nació a mediados del siglo XIX en medio de un mundo convulso que acababa de experimentar profundos cambios a nivel social, económico y tecnológico, fruto de la Revolución Industrial. El auge de la ciencia y de la tecnología, y la confianza absoluta en que ambas lograrían resolver los problemas humanos que había generado la migración de amplios sectores de la población del campo a las ciudades, sumado al nacimiento de las grandes urbes, al aumento de la criminalidad y a la creación del cuerpo de policía en Londres en el primer tercio del siglo XIX —Scotland Yard, 1829—, dieron forma al nuevo género que, desde sus inicios, tuvo la característica de ser una especie de crónica ficcional de los cambios experimentados por el primer mundo. En este contexto social, el desarrollo de la prensa moderna (con la proliferación de publicaciones periodísticas en la nueva sociedad industrial) cumplió un papel decisivo en la creación del género, ya que fue el lugar original en el que fueron publicadas las primeras historias de carácter policiaco (diarios y revistas), y que, por otra parte, aportó material importante a estos primeros relatos a través de sus crónicas de sucesos y crónicas delictivas que informaban y con mucha frecuencia influían en la opinión pública con las llamadas causas célebres (casos policiaco-judiciales que alcanzaban un gran eco mediático).

Pese a que existen antecedentes importantes, la mayoría de los investigadores sitúa el nacimiento del relato policial en los cuentos de Edgar Allan Poe «Los crímenes de la calle Morgue» (Graham's Magazine, 1841), «El misterio de Marie Rogêt» (Ladies' Companion, 1842-1843) y «La carta robada» (The Gift, 1844). En estas tres historias Poe fija las bases de la literatura policiaca (de detectives o de misterio) al crear el primer detective aficionado y vocacional que utiliza su inteligencia aplicando de manera brillante el método deductivo, Auguste Dupin. Pocos años después de haber hecho su aparición Sherlock Holmes, Arthur Conan Doyle reconoció que Auguste Dupin había sido una influencia directa en la creación de su personaje, que en pocos años logró transformarse en arquetipo del investigador cerebral y frío, e influyó, a su vez, directa e indirectamente en la aparición de otros personajes como Nick Carter (John Corynell), Dr. Thorndyke (Austin Freeman), el Padre Brown (G.K. Chesterton), Hércules Poirot (Agatha Christie), Philo Vance (S. S. van Dine), Miss (Jane) Marple (Agatha Christie) o Ellery Queen (Ellery Queen, seudónimo de Frederick Dannay y Manfred Bennington Lee) entre tantos otros.

El éxito inmediato y rotundo que tanto el género policiaco como las aventuras de Sherlock Holmes obtuvieron entre los lectores (no así entre la crítica especializada) se debe sin duda a su capacidad para absorber y representar los problemas, necesidades y preocupaciones de los lectores de finales del siglo XIX y principios del siglo XX, pero también se relaciona directamente con su formato breve (relatos y novelas por entregas) y con el carácter popular del medio en el que se desarrolló (periódicos, revistas, publicaciones pulps y dime novels de bajo coste y baja calidad de papel). Las aventuras vividas por Holmes, y por los distintos detectives que fueron apareciendo entre siglos, se inscriben, así, dentro de la literatura de entretenimiento que planteaba a los lectores desafíos y problemas de lógica que debían resolver antes de que lo hicieran sus protagonistas.

El presente estudio propone una aproximación a Sherlock Holmes (personaje) con el objetivo de identificar las razones de su enorme popularidad y vigencia, que lo han transformado en uno de los personajes literarios con mayor número de adaptaciones en los medios audiovisuales (cine y televisión, red). Con este fin, se realizará un estudio comparado del personaje y de algunos aspectos narrativos de principal importancia de los cuentos y novelas de Arthur Conan Doyle y la adaptación realizada por la cadena televisiva británica BBC (British Broadcasting Corporation), Sherlock (2010-2017). Se analizará en un primer momento la pertenencia del personaje a los territorios de producción del canon literario, el canon audiovisual y, finalmente, del fandom, con el propósito de determinar más adelante las causas de su vigencia en el imaginario colectivo mundial en relación con fenómenos como la globalización o la expansión cultural, así como con las premisas que le dieron origen: modernidad (posmodernidad), utilización de la ciencia y tecnología, incorporación de los estudios psiquiátricos, estudios de género, etcétera.

2.   Inicio y desarrollo del canon

El canon holmesiano lo componen cuatro novelas y cincuenta y seis relatos publicados en cinco volúmenes por Arthur Conan Doyle entre 1887 y 1927. El detective hizo su primera aparición en Estudio en escarlata, publicada en el anuario ilustrado londinense Beeton's Christmas Annual de 1887 y, solo un año más tarde, en formato novela en la misma editorial. Dos años más tarde Doyle escribió por encargo El signo de los cuatro, que apareció en Lippincott's Monthly Magazine (1890), revista estadounidense en la que Oscar Wilde había publicado el mismo año El retrato de Dorian Gray en formato cuento. El personaje, sin embargo, no alcanzó el éxito esperado hasta la aparición de las primeras doce historias en la revista mensual The Strand Magazine, entre 1891 y 1892, que dieron origen al primer volumen de relatos, Las aventuras de Sherlock Holmes (1892).

Entre 1892 y 1893 aparecieron las siguientes doce historias en The Strand Magazine, reunidas en 1894 bajo el título de Las memorias de Sherlock Holmes. «La aventura de la caja de cartón», sin embargo, no logró pasar la censura de la edición estadounidense debido a que fue considerada no apta para los lectores norteamericanos por plantear el tema del adulterio, y solo en 1917 fue incorporada al cuarto volumen de relatos (Su última reverencia).

La tercera novela, El sabueso de los Baskerville, hizo su aparición cuando el detective no solo había alcanzado gran popularidad entre los lectores británicos y estadounidenses, sino que había encontrado la muerte en las cataratas de Reichenbach en el último relato de Las aventuras de Sherlock Holmes («El problema final»). La historia, por tanto, se sitúa temporalmente años antes de la muerte de Holmes y es un anticipo de la reaparición del personaje en el tercer volumen de relatos. Como sucedió con sus antecesoras, la novela fue publicada originalmente por entregas en The Strand Magazine entre 1901 y 1902.

Entre 1903 y 1904 Doyle publicó en la misma revista los trece relatos que componen el tercer volumen de las aventuras de Holmes: El regreso de Sherlock Holmes. Como su nombre indica, el autor, que se vio obligado a continuar las aventuras del detective en El sabueso de Baskerville por presión de sus lectores, trajo nuevamente a la vida a su personaje en «La casa deshabitada», en la que narra una segunda versión del aparentemente fatal encuentro de Holmes con su adversario, el profesor James Moriarty.

El valle de terror es la cuarta y última novela que compone el canon holmesiano. Fue publicada por entregas en The Strand Magazine entre 1914 y 1915 y en formato novela en Nueva York en 1915. En la historia, situada temporalmente antes de la supuesta muerte de Holmes, aparece por primera vez el profesor Moriarty.

El cuarto volumen de relatos, titulado Su última reverencia, se compone de siete historias publicadas en The Strand Magazine entre 1908 y 1917, que narran tanto algunas aventuras del pasado como los últimos casos del detective, envejecido y convertido en espía británico justo antes del inicio de la Primera Guerra Mundial.

El archivo de Sherlock Holmes, quinto y último volumen, está integrado por doce relatos publicados en Liberty Magazine y posteriormente en The Strand Magazine entre 1921 y 1927, entre los que destaca la adaptación de una obra de teatro de un acto escrita por Arthur Conan Doyle y presentada en el Coliseo de Londres de mayo a septiembre de 1921 (El diamante de la corona: una noche con Sherlock Holmes), y un relato narrado por el propio Sherlock Holmes («El soldado de la piel decolorada»).

3.   Más allá del canon: el universo transmedia

Tanto el personaje creado por Doyle como sus aventuras han sido objeto desde sus primeras apariciones serializadas hasta hoy de una multitud de adaptaciones, invenciones y reescrituras en formato novela, teatro, relatos cortos, largometrajes y cortometrajes para cine y televisión, series y películas animadas, series para radio y televisión, novela gráfica, cómic y videojuegos. Esta ampliación sin límites de sus aventuras ha convertido a Holmes en uno de los personajes más populares en la historia de la literatura, lo que necesariamente ha expandido el canon hasta la formulación de un gran universo holmesiano en el que dialogan caracteres, historias e interpretaciones que rebasan y enriquecen de manera considerable los imaginados por Arthur Conan Doyle. Pese a que el análisis cinematográfico no es objetivo del presente trabajo, sí es necesario mencionar que solo en formato largometraje para cine y televisión Holmes ha logrado batir en varias ocasiones el récord mundial Guinnes como personaje más adaptado, habiendo sido interpretado por más de 70 actores de todo el mundo en más de 200 obras[1].

En la actualidad, este universo transmediático está compuesto por una serie de productos que establecen una relación de complementariedad (no siempre coherente, pero sí muy sugerente) que provienen tanto del canon como del fandom (McClellan, 2013). De hecho, desde el siglo XIX la producción de contenido asociado al personaje no ha dejado de crecer desde las primeras apropiaciones reescriturales de diversos autores de novela policiaca o de biógrafos no oficiales de Holmes, hasta la aparición de una comunidad internacional que agrupa a los fans del detective: Sherlockiana. Tanto los autores como sus relatos, la mayor parte de las veces fuera del control de la Fundación Sir Arthur Conan Doyle, han logrado integrar al imaginario colectivo una gran cantidad de contenido que hoy circula por la red de manera más o menos oficial (en cualquier caso, paralela al canon) a través de la creación de historias paralelas, precuelas o secuelas, del desarrollo de visualizaciones, de la invención de nuevos personajes o de la actualización de los existentes, etcétera.

Una de las razones fundamentales que justifica el éxito continuado del personaje a través del tiempo es, sin duda, su enorme atractivo intelectual y lúdico que desde su origen ha reclamado la participación del lector/es­pec­ta­dor en las historias. Sabido es que, para la creación de Sherlock Holmes, Doyle tomó prestado el modelo de uno de sus profesores de Medicina de la Universidad de Edimburgo, Joseph Bell. Además de médico y profesor, Bell fue poeta, deportista y aficionado a las aves, características que se corresponden con las de Holmes: violinista, experto en boxeo y esgrima, que al final de sus aventuras se retira al campo para dedicarse a la apicultura. Sin embargo, las dos características principales que Holmes heredó de Bell son su dedicación a la medicina forense (de la que fue precursor), que en el detective se manifiesta en su afición a los experimentos químicos y a los ensayos científicos con cuerpos humanos en la morgue, y, sobre todo, la aplicación del método deductivo para determinar las causas de lesiones de los cadáveres y de la muerte del sujeto, con la que Bell encandiló a sus alumnos, incluido el propio Doyle.

Si ya el carácter inmersivo de la literatura asegura la incorporación activa del lector a los diferentes mundos posibles propuestos por los relatos, la literatura policiaca aporta un mayor grado de participación al desafiar al lector a descubrir al culpable en una carrera contra reloj. La inmersión en el universo holmesiano, sin embargo, se ve en este punto acrecentada exponencialmente con la multiplicación de historias y microhistorias a través de relatos multiplataforma (crossmedia) que en ocasiones funcionan como relatos independientes con entidad propia (transmedia) y conforman un macrouniverso lúdico basado en la búsqueda y el descubrimiento a través de la observación.

La aparición de un número considerable de juegos de mesa y de videojuegos diseñados para distintas plataformas en el último tercio del siglo XX ha contribuido aún más al desarrollo de la expansividad y del carácter inmersivo del universo holmesiano, a la vez que propone nuevas formas de relación de sus receptores de todas las edades (tanto con las historias como entre ellos) gracias al mayor grado de interactividad de la experiencia narrativa. Ejemplo de ello son Sherlock Holmes: Consulting Detective (Sleuth, 1981), Meitantei Holmes (1986, 1988 y 1989), 221B Baker St. (Datasoft, 1987), Sherlock Holmes: Consulting Detective (mismo título lanzado por ICOM Simulations, 1991, 1992 y 1993), Sherlock Homes (Green Street, 1990), Adventures of Sherlock Holmes (FrogWares, 2002- 2016), The Lost Cases de Sherlock Holmes (Legacy, 2008-2010), The Great Ace Attorney (Capcom, 2015 y 2018), entre otros muchos.

Particularmente importante para este artículo es la aplicación interactiva desarrollada por The Project, Factory, Sherlock: The Network (2014), asociada a la serie de la BBC. La aplicación, disponible para IOS (iPhone o iPad) permite que los telespectadores/jugadores se conviertan en un personaje más de la red de los sintecho, que actúan como fuente de información para Holmes en las historias originales y en sus adaptaciones. Para subir de nivel, los jugadores deben recorrer Londres en busca de pistas y luego entregarlas en el 221B de Baker Street.

Otro punto por destacar en este contexto es la incorporación al universo holmesiano de productos dirigidos a los consumidores de menor edad, niños y adolescentes que han sido foco de atención de varias producciones de la industria editorial y audiovisual en todo el mundo (Strosser, 2016: 182). Entre ellas destaca, debido a su enorme influencia a nivel mundial, la industria japonesa, en la que la presencia y el éxito de las aventuras de Sherlock Holmes queda reflejada en la producción de una cantidad considerable de obras audiovisuales para televisión y cine, manga y merchandising asociado, como Detective Conan (Meitantei Konan) con 98 volúmenes editados en formato tankōbon y 974 episodios emitidos hasta la fecha. Otros ejemplos que han alcanzado gran difusión en Occidente, ya sea por el planteamiento innovador de sus historias, ya porque fueron creadas por directores o autores de manga de gran renombre mundial son Detective Holmes (Meitantei Hōmuzu, Miyazaki Hayao, 1984-1985) o Kabukichō Sherlock (Yoshimura Ai, 2019); mangas como The Fossil Island (Kasekitō, Tezuka Osamu, 1951), Sherlock Bones (Tanteiken Shādokku, Ando Yuma, 2011-2012), Moriarty el patriota (Yūkoku sin Moriāti, Takeuchi Ryōsuke, 2016); series de televisión para marionetas como Sherlock Holmes (Sharokku Hōmuzu, Mitani Kōki, 2014-2015) y un largo etcétera.

Entre el sinnúmero de novelas, sagas y volúmenes de relatos que desde el punto de vista de las narraciones transtextuales desarrollan al personaje del detective, cabe destacar las historias que Adrian Conan Doyle (hijo menor y albacea literario de Arthur Conan Doyle) escribió junto al conocido escritor de novelas policiacas John Dickson Carr. Los doce cuentos, publicados en origen en las revistas Life y Collier’s, y posteriormente reunidos bajo el título de The Exploits of Sherlock Holmes (1954), mantienen una relación hipertextual (concretamente de pastiche) con alguna de las múltiples historias embrionarias mencionadas en las novelas y relatos que integran el canon holmesiano[2]. Igual de destacables son las novelas pastiche (no oficiales) que relatan el encuentro de Holmes con otros personajes famosos de la literatura como Jack el destripador (Dust and Shadow: An Account of the Ripper Killings by Dr. John H. Watson, Lyndsay Faye, 2009), Drácula (Sherlock Holmes vs. Drácula, Loren D. Estleman, 1978), Doctor Jekyll (Dr. Jekyll and Mr. Holmes, Loren D. Estleman, 1979) o Tarzán (The Adventure of the Peerless Peer, Philip José Farmer, 1974) entre muchos otros.

4.   Holmes en la televisión

Como se ha mencionado con anterioridad, gran parte del contenido relacionado con el personaje y con sus historias proviene tanto de narraciones oficiales autorizadas por la Fundación Sir Arthur Conan Doyle como de narraciones y extensiones no autorizadas, entre las que cabe destacar las serializaciones para televisión realizadas en distintos países y en distintas épocas (Steward, 2012). El carácter proteico del personaje, al que Doyle dotó de un número muy reducido de rasgos, no solo ha permitido, sino que ha potenciado su adaptabilidad a sociedades muy dispares de las que ha tomado prestadas sus características. Algunas de ellas han explorado su misterioso pasado familiar y han inventado hermanos (o hermanas) inexistentes en el canon; otras han cambiado algunos de sus rasgos principales, como su más que conocida misoginia, y han creado nuevas relaciones afectivas con personajes femeninos; otras lo han transformado en un tipo duro, personaje más cercano a la serie negra que a la policiaca. Todas estas aportaciones, que se han integrado con notoria naturalidad al universo holmesiano, son fundamentales para comprender quién es Sherlock Holmes hoy y en qué medida (y cómo) se adapta a las preocupaciones e inquietudes sociales del mundo globalizado y megaconectado del 5G.

Sherlock Holmes comenzó su andadura en televisión el año 1951, en la serie de la cadena británica BBC Sherlock Holmes (seis episodios), que tuvo como protagonista al actor Alan Wheatley. La adaptación, que narra las aventuras de Sherlock Holmes de manera más o menos fiel a las obras que componen el canon, marcó el inicio de la relación fecunda que la cadena británica ha mantenido a lo largo de los años con el personaje, tanto en televisión como en serializaciones escritas para radio (locutadas por conocidos actores). Desde entonces, la BBC no ha dejado de producir serializaciones y telefilmes de gran calidad como Sir Arthur Conan Doyle's Sherlock Holmes (1965-1968), adaptación paradigmática protagonizada por el actor Peter Cushing; The Baker Street Boys (1983, 8 episodios), cuyo verdadero protagonista es un grupo de niños callejeros trasunto de los irregulares de Baker Street; Sherlock Holmes and the Case of the Silk Stocking (2004, Rupert Everett, dirigido por Simon Cellan-Jones) o Sherlock Holmes and the Baker Street Irregulars (dirigido por Julian Kemp, 2007, con Jonathan Pryce como protagonista). También es de destacar, dentro del ámbito británico, las dos serializaciones de la cadena Granada Television, Young Sherlock: The Mystery of the Manor House (1982, 8 episodios) y Sherlock Holmes (1984-1994, 41 episodios).

Entre las serializaciones realizadas fuera de Gran Bretaña que han tenido mayor repercusión internacional sobresalen las producciones rusas Sherlock Holmes (Andrey Kavun, 2013, 8 episodios) y Sherlok v Rossii (Nurbek Egen, 2020, 8 episodios); la producción polaca Sherlock Holmes y Doctor Watson (Sheldon Reynolds, 1979-1980); la alemana Sherlock Holmes (1967-1968, protagonizada por Erich Schellow); la italiana Sherlock Holmes (RAI 2, 1968 con Nando Gazzolo como protagonista); y la estadounidense Sherlock Holmes (Steve Previn, Sheldon Reynolds, Jack Gage, 1954-1955, 39 episodios) que, además de haber sido una de las primeras y más famosas serializaciones de las aventuras del personaje, ha sido relanzada por lo menos en seis ocasiones en edición DVD y Blu-ray (2005, 2010 y 2012, Mill Creek Entertainment; 2005 Elstree Hill Entertainment; 2010, Allegro / Pop Flix; 2014, Tropics Entertainment; y 2017, Great Movies GmbH, Alemania).

La capacidad de Sherlock Holmes para mantense vigente como personaje a lo largo de más de un siglo de vida y de adaptarse sin mayor dificultad a distintas culturas, edades o puntos de vista, se encuentra en los rasgos que le atribuyó su autor. Holmes es un héroe, pero un héroe humano y vulnerable que está en sintonía con su época, a medio camino entre la vida y la muerte (de hecho, muere), y que posee la facultad de ver lo que para el resto de los seres es invisible. Como observador distante y frío del bien y del mal, Holmes no juzga ni cae en sermones moralizantes. Si bien es cierto que la fuerte focalización externa que Doyle utilizó en novelas y relatos para diseñar a su personaje le restan profundidad y complejidad, también es cierto que lo dotan de una versatilidad única que le confiere un carácter claramente universal. Pocos rasgos podemos extraer como lectores del personaje original de Doyle, porque lo importante en sus aventuras no es la comprensión y la explicación de sí mismo, sino la comprensión y la explicación lógica del mundo.

Al hacer un estudio comparativo, sincrónico y diacrónico, de los distintos Holmes creados hasta hoy podemos observar cuáles de sus características se mantienen y cuáles cambian (y en qué forma) dependiendo del contexto social en el que se encuentran. En este sentido las series de televisión arrojan datos importantes no solo para el análisis literario sino también para el análisis sociológico de los universos ficticios del canon y, sobre todo, del fandom, así como de sus referentes reales. Dos adaptaciones para televisión producidas en los últimos años sirven como ejemplo de esto: Elementary, serie estadounidense producida por la cadena CBS Television Studios (Robert Doherty, 2012-2019), y Miss Sherlock, serie japonesa producida por el canal por suscripción HBO Asia y el servicio de video bajo demanda Hulu Japan (Matsuo Takashi, Mori Junichi y Taki Yūsuke, 2018). Ambas serializaciones presentan como elemento fundamental para atraer a los espectadores el cambio de sexo de los personajes protagónicos, así como de sus identidades y orientaciones sexogenéricas no heteronormativas (Pearson, 2015). En la primera, situada en el Nueva York actual, Watson es mujer (Joan Watson), al igual que Moriarty (Jamie Moriarty), cuya verdadera identidad es Irene Adler; mientras que Ms Hudson es una mujer transgénero. En la serie japonesa Sherlock es una investigadora que adopta el nombre del famoso detective y Watson se convierte en la Dra. Wato, una cirujana que acaba de regresar de la guerra de Siria.

5.   De Holmes a Sherlock: el personaje en el siglo XXI

Sherlock es una serie de televisión producida por Hartswood Films y Masterpiece para la cadena televisiva BBC (2010-2017) que consta, hasta la fecha, de cuatro temporadas de tres capítulos de 90 minutos cada una, más un episodio piloto y un episodio especial emitido entre la tercera y la cuarta temporada. Fue creada por los guionistas Steven Moffat y Mark Gatiss (también escritor y miembro del reparto estable de la serie, en la que interpreta a Mycroft Holmes) y comenzó su transmisión en BBC One y BBC HD en julio y agosto de 2010 (hoy disponible en Netflix). La historia, desarrollada a lo largo de diecisiete episodios, la mayor parte de ellos autoconclusivos, es una adaptación libre de las aventuras de Sherlock Holmes publicadas por Arthur Conan Doyle entre 1887 y 1927.

La idea de crear una nueva versión actualizada de Sherlock Holmes nació de la admiración de Moffat y Gatiss por la literatura del siglo XIX, particularmente por las novelas de Robert Louis Stevenson (Moffat había adaptado para BBC El extraño caso del Dr. Jekyll y M. Hyde en 2007) y de Arthur Conan Doyle. El objetivo de ambos guionistas fue recuperar la esencia de las aventuras de Holmes que, según ellos, se había ido perdiendo en un sinnúmero de adaptaciones para cine y televisión respetuosas de las formas, pero alejadas de la novedad que supuso en su época la aparición del personaje (Gatiss, 2010) y, con él, el establecimiento del canon de la novela policiaca. De esta manera, escribieron un episodio piloto de una hora de duración titulado Sherlock. A study in pink, dirigido por Coky Giedroyc (2010), que, desde el punto de vista cinematográfico, presenta una factura mucho más próxima a un largometraje para cine que a un episodio televisivo (tipos de planos y encuadres, ritmo del relato, etcétera). El episodio, de hecho, no llegó a ser emitido, pero sí fue incorporado a la edición en DVD y Blu-ray junto a la primera temporada.

El inmediato éxito de audiencia alcanzado por la original propuesta de adaptación se basa en una suma de decisiones acertadas que van desde la elección del elenco (Benedict Cumberbatch como Holmes y Martin Freeman como Watson), hasta la selección de las aventuras relatadas, las relaciones intertextuales que estas establecen con las historias del canon holmesiano (y del fandom) o la atractiva propuesta de actualización de personajes, conflictos y situaciones a la sociedad londinense en el siglo XXI.

Un aspecto destacable de la producción es la elaboración de una página alojada dentro de la web de la BBC que, aunque ya no es actualizada, mantiene una serie de recursos interactivos asociados a la serie, como el blog oficial de uno de sus creadores, Mark Gatiss, o el enlace al blog del doctor Watson, así como algunos juegos en línea que ponen a prueba la capacidad deductiva de los telespectadores (Rosendo, 2016: 21).

Pese a que la serie se desarrolla casi en su totalidad en el siglo XXI (salvo el episodio «La novia abominable»), una de las primeras características que llaman la atención, desde el punto de vista de la construcción del espacio diegético, es la cuidadosa recreación de la habitación de Baker Street, a la que se han añadido múltiples elementos que provienen de las obras originales con el fin de mantener su aspecto victoriano característico (de acuerdo con las ilustraciones de las primeras ediciones, entre ellas, las que hiciera Charles Al­tamont Doyle, padre del escritor). De esta manera, aun cuando el grado de referencialidad de cada episodio varía enormemente respecto a su o a sus referentes, incluso los que se encuentran más alejados temáticamente presentan un número considerable de elementos y de detalles que han sido tomados de las historias originales, lo que delata un conocimiento profundo de ellas. Por esta razón, aunque el trabajo de reescritura se considere, en términos generales, una adaptación libre, en realidad se encuentra a medio camino entre la adaptación como transposición y la adaptación como interpretación, pues la obra final es deudora de aspectos esenciales de los textos originales, a la que añade nuevos contenidos y formas propias de la actualización y de la influencia de productos trasmedia asociados al personaje.

Uno de los aspectos más importantes en este sentido es la incorporación de la tecnología en la vida de los personajes (móviles, ordenadores, GPS, discos duros, pantallas táctiles, hologramas, gafas que revelan los puntos débiles del adversario, etcétera.). Este punto, que podría ser solo un elemento más dentro del espacio fílmico, es importante porque rescata el efecto de novedad que los textos de Doyle tuvieron en su momento. Como buen observador de su época, Holmes utiliza la tecnología que está a su alcance a modo de herramienta que le permite desentrañar los crímenes (sobre todo ordenadores y móviles a los que está permanentemente conectado). Sin embargo, esta característica sirve también para trazar uno de los primeros nuevos atributos del personaje: el aislamiento de su entorno inmediato que permite que se defina a sí mismo como «sociópata altamente funcional» o que sea definido por los demás como «asperger», «friki», etcétera.

De igual importancia es el uso de la tecnología a nivel narrativo. En la mayoría de las historias que componen el canon holmesiano, Watson, además de ser compañero de aventuras de Holmes, es su cronista. La conciencia escritural del primero (que pasó a formar parte del canon de la literatura policiaca) determina el punto de vista a través del cual observamos, como lectores, al detective: normalmente bajo una admiración exagerada que es capaz de sobreponerse incluso a los rasgos más negativos del personaje, como su suciedad, su descuido o su dependencia de las drogas. En la serie, en cambio, la función de narrador principal la cumple un narrador silente extra-hetero­die­gé­tico que en muchos momentos utiliza diversos elementos tecnológicos que proyectan, por medio de continuas ocularizaciones internas, la percepción particular y fragmentada de Holmes. Ejemplo de esto es la presencia continua de hologramas que el espectador ve sobreimpresos en pantalla como textos que proyecta su mente. Incluso los hologramas diegéticos de los espacios que Holmes «ve» en su mente permiten al espectador obtener un mayor grado de proximidad con el personaje, al poseer un punto de observación privilegiado en comparación con el resto de los personajes que comparten el espacio ficticio con Holmes. Este cambio de focalización externa a focalización espectatorial es muy importante, pues transforma no solo el punto de vista (narrativo) desarrollado en los textos de Doyle, sino que afecta a uno de los elementos esenciales de la primera literatura policiaca. Al dejar de estar construido, fundamentalmente, a través de las continuas focalizaciones externas de un Watson que no logra dar alcance a la rápida mente de su compañero, Holmes deja de ser por un momento el más desconocido de los detectives.

 A nivel temático, las referencias a los nuevos medios asociados a internet son continuas. Si el Holmes de Doyle identifica al cerebro con un ático vacío «en el que hay que meter el mobiliario que uno prefiera» (Doyle, 2014: 69), el Holmes de la BBC llama al suyo «disco duro». Ambos, sin embargo, funcionan como lugares de almacenamiento de información, de recopilación de datos, que son controlados por Holmes de manera fría y calculadora, sin intervención de pasiones ni sentimientos. También se le presenta en varias ocasiones como experto en tecnología por su uso de distintas plataformas: mantiene un blog en internet a través del que se comunica con los criminales, y en el que explica el método deductivo («La ciencia de la deducción» existe también fuera de la ficción). Del ciberespacio obtiene gran parte de la información que usa en sus casos, aunque sigue necesitando en algunos episodios la información vital que le dan los sintecho (como en las dos primeras novelas de Doyle). También la presencia de Moriarty, e incluso su propia existencia después de su suicidio, está determinada por su imagen múltiple, omnipresente y perturbadora que se proyecta a través de pantallas, móviles (voz), ordenadores, etcétera.

El episodio noveno («Su último juramento») es en sí mismo una reflexión sobre el control que ejercen los medios sobre las personas. En él, el gran magnate de los medios de información, Magnussen, que al igual que Holmes utiliza el método loci para almacenar datos en su «palacio mental»[3], dice a Watson que no es necesario poseer documentos para chantajear a las personas con sus historias pasadas, basta con publicarlas en la prensa.

Es interesante constatar que el papel social que cumplen los medios de comunicación es un tema recurrente en los textos escritos por Doyle (y en la literatura policiaca), en los que, por lo general, no suele ser positivo. En este episodio, Magnussen es descrito por Holmes como el hombre más peligroso y malvado que ha existido (el Napoleón del chantaje). El paralelismo entre los dos personajes es notorio: ambos utilizan la información con objetivos totalmente contrarios. La presencia de este personaje sitúa a Holmes, pese a su «sociopatía integrada», en el lado de los buenos, de los débiles, de los diferentes, y le permite saltarse, como a su referente original, todas las reglas sociales inútiles que únicamente sirven para mantener las apariencias.

Pese a todo, el Watson cronista sigue siendo indispensable dentro del mundo diegético, por lo menos desde el punto de vista temático. La publicación de los casos resueltos por Holmes, no ya en la prensa sino en un blog sumamente popular entre los personajes (blog que, por cierto, también mantiene fuera de la ficción), se indica prácticamente en cada episodio, y de ella depende la coherencia de muchas historias (Harvey, 126). Mención especial merece la aparición de The Strand Magazine (referente directo del blog de Watson) en el décimo episodio («La novia abominable»), donde el juego entre realidades virtuales alcanza su máxima potencialidad, sobre todo para el espectador que conoce los relatos de Doyle. Precisamente en este episodio Holmes se ve obligado a vivir, a la vez, en dos mundos paralelos en los que se duplican los personajes: siglo XIX y siglo XXI. Las drogas que consume, y que le ayudan a alcanzar el estado mental idóneo para resolver los casos (como en los textos de Doyle), en la serie le permiten además alcanzar su palacio mental, último reducto de su inteligencia. Dentro de esta nueva realidad espejo, a la que ha ido en busca de respuestas y de la confirmación de la muerte de Moriarty (¿del mal?), Holmes es el único que puede transitar libremente, a través del uso de cuidadas metalepsis narrativas entre universos ficticios, y conectar, de manera real y metafórica, dos épocas tan aparentemente alejadas.

Respecto a los personajes, la serie mantiene los (pocos) rasgos que los caracterizan, y, sobre ellos, propone nuevo contenido original a través del desarrollo de sus conductas, diálogos o relaciones, que plantean temas importantes o de actualidad como la orientación sexual, el uso de las drogas o el abuso de poder. Algunos se fusionan, como los inspectores de Scotland Yard Gregson y Lestrade (en la serie Greg Lestrade); otros son nuevos, como la forense amiga de Holmes (Molly Hooper) o su hermana (Eurus); otros tienen un mayor desarrollo, como la señora Hudson o Mycroft Holmes; otros se transforman en mayor o menor medida, como el amigo yonqui y protegido de Holmes, Bill Wiggins, Mary Watson (ex miembro de un comando de asesinos a sueldo), Irene Adler (dominatrix) y, especialmente, James Moriarty, que en los relatos originales de Doyle aparece solo dos veces.

Uno de los temas principales que se presenta a lo largo de toda la serie, trata sobre los afectos, concretamente sobre la homosexualidad, que es mencionada de manera explícita o implícita y es enfocada desde distintas perspectivas de acuerdo con las características y con la percepción de mundo que tiene cada personaje. Ya en los primeros capítulos existen múltiples alusiones a la posible relación homosexual de Holmes y Watson, que los demás personajes perciben con naturalidad: la señora Hudson cuando llegan a Baker Street, el dueño del restaurante italiano, e incluso los propios protagonistas, cuando la niegan en uno de los primeros encuentros que tienen a solas. Esta naturalidad se ve reforzada también cuando Holmes, en una de sus características descripciones de la vida de los otros personajes (que utiliza, como en los textos de Doyle, para señalar su superioridad intelectual), se da cuenta de que se ha equivocado en su deducción sobre Watson. La sorpresa del detective se debe no a que el supuesto hermano de Watson sea en realidad una hermana lesbiana, sino a un fallo motivado por sus propios prejuicios.

A medida que los episodios avanzan, la relación entre los protagonistas va siendo cada vez más profunda. Desde el punto de vista sexual, Holmes manifiesta, como su referente original, un claro desinterés que lo aproxima a la asexualidad (Botts, 2016: 175). Watson, en cambio, mantiene algunas relaciones heterosexuales que concluyen con su matrimonio con Mary, y el propio Holmes hace referencia varias veces a su evidente atracción (también romántica) por las mujeres. Lo interesante del giro que experimenta la relación entre ambos, y uno de los puntos de actualización más atractivos que propone la serie, es que, a diferencia de lo que ocurre en los textos de Doyle, los personajes llegan a desarrollar un amor profundo el uno por el otro (primero evidente en Holmes y luego en Watson). De esta manera, vuelve a hacerse visible la posible relación homosexual de los protagonistas, esta vez de forma encubierta, cuando Magnussen pone al borde de la muerte a Watson, al descubrir que él es el punto débil de Holmes. De hecho, Magnussen se refiere a Watson, de forma muy despectiva, como «la doncella en peligro» de Holmes.

Pese a no existir atracción sexual (imposible para Holmes), la propuesta de una forma de relación entre hombres basada no en la amistad, sino en el amor, produce un cambio radical en el personaje del detective, que, sin embargo, continúa siendo, en esencia, el que siempre ha sido. Esta humanización, que no implica en ningún caso la pérdida de las particularidades de Holmes, se hace evidente con claridad ya desde el principio en la forma en que los protagonistas aluden uno al otro: ya no son Holmes y Watson, como en los textos de Doyle (y como se les ha mencionado a lo largo de este artículo), sino Sherlock y John. De hecho, la propia serie subraya esta proximidad, no sólo en su título, sino concretamente en el capítulo especial, donde por primera y única vez los personajes del siglo XIX se llaman uno al otro, y con afecto, por sus nombres de pila y no por sus apellidos.

Pese a que la relación entre Holmes y Moriarty también está plagada de referencias a la homosexualidad, su naturaleza es radicalmente distinta. Desde el primer saludo que Moriarty dirige a Holmes («Hola… sexy»), o el primer encuentro en el que, usando el arte del camuflaje, le hace creer que es gay, Moriarty utiliza gestos y ademanes marcadamente feminizados que crean una atmósfera fuertemente erotizada y carnavalesca. Para Moriarty, Holmes es el único que está a su altura intelectual, el único lo suficientemente inteligente como para rescatarlo del aburrimiento que, al igual que a Holmes, le provoca la vida («estamos hechos el uno para el otro»). La enorme fuerza erótica que desprende el personaje, por tanto, mantiene una relación directa durante todo el texto con la genialidad de Holmes, quien no en vano dijo de él (en «El caso final») que poseía uno de los mejores cerebros de su siglo (Doyle, 2010).

Es interesante remarcar aquí la gran evolución que ha experimentado el personaje de Moriarty desde su breve aparición en los textos de Doyle. Aunque aparece brevemente en otra historia, y se le menciona en una tercera, realmente el personaje y sus características solo se desarrollan en «El caso final», donde se le presenta como «el Napoleón del crimen» (en la serie, Magnussen es el Napoleón del chantaje). Pese a la descripción exagerada de su inteligencia (debe estar a la altura de Holmes) su función en el relato es la de provocar la muerte de Holmes en el enfrentamiento que ambos personajes tienen en las cataratas de Reichenbach. Una vez muerto Moriarty, Holmes finge también su muerte con el fin de desmantelar la red de maldad que este ha tejido a su alrededor. En ambos textos, Moriarty representa el poder oculto, el poder organizado, que actúa en la sombra «sin salirse de la ley» y que siempre ampara al delincuente. En este contexto, no es extraña la evolución del personaje que ha acaparado los relatos, variaciones y reescrituras de las aventuras de Sherlock Holmes en sus múltiples adaptaciones. La serie de la BBC, en este punto en concreto, bebe más de la tradición de adaptaciones (y de su extensión transmedia como personaje independiente) que de los relatos originales. Ejemplo claro de ello es la gran similitud física que ambos personajes tienen en los textos de Doyle y que, por lo general, no se mantiene en sus adaptaciones: son altos, extremadamente delgados y parecen haber sido consumidos físicamente por su gran actividad intelectual y la rigurosidad de sus métodos de actuación (Powers, 2016: 112).

La humanización de Holmes se expande también a su más que famosa misoginia. En los textos de Doyle, Watson deja claro en muchas ocasiones que Holmes no siente aprecio intelectual por las mujeres. La excepción es Irene Adler, en el relato «Escándalo en Bohemia», a la que Holmes nombra «La mujer». En la serie, Irene Adler también causa fascinación en el protagonista, y se alude a ella (y a lo que siente Holmes por ella) algunas veces más en el resto de los episodios, como de hecho ocurre en los textos de Doyle. Sin embargo, la misoginia del detective no solo no se menciona en la serie (pues el detective siente rechazo por las relaciones humanas en general, no por las relaciones con mujeres en particular), sino que en el capítulo especial («La novia abominable») el propio detective hace una defensa del «ejército invisible» de mujeres que han comenzado finalmente su «guerra de liberación».

En el último episodio de la serie, Holmes experimenta un nuevo giro, pues es donde se subrayan con total nitidez sus afectos, y sus emociones se terminan de delinear. Aquí el detective es manipulado por su hermana Eurus (cuya existencia ignoraba hasta este momento) cuando lo involucra en un juego macabro que pone a prueba su estabilidad mental (emocional). Holmes debe decantarse en todo momento por su intelecto o por sus afectos, por conservar la vida de John Watson o la de su hermano Mycroft. Una de las pruebas de Eurus consiste en que Holmes logre que Molly diga que lo ama. Para salvar la vida de su amiga, Holmes se ve obligado a decirle antes que la ama, aun a sabiendas de que, en cierta medida, es mentira porque el amor que siente por ella, y que acaba de descubrir, es de otro tipo.

Eurus Holmes es la otra mujer en la vida de Sherlock. También se trata de un personaje inventado que no pertenece al canon, pero su participación en la reescritura del personaje (y también en la de Mycroft) es fundamental. Eurus es la versión mejorada de los hermanos, la más inteligente (logra engañarlos a ambos), pero también la que tiene mayores problemas emocionales. Si Sherlock y Mycroft son asociales, Eurus presenta un claro comportamiento psicopático que es aprovechado por Moriarty antes de suicidarse. En el último episodio, Mycroft deja claro, además, que Eurus es el alter ego de Sherlock. De hecho, el hermoso final, en el que Holmes logra rescatar a su hermana de su infierno mental termina de trazar al personaje que se ha presentado a sí mismo, hasta ahora, de una manera distinta de lo que realmente es. Porque este nuevo Holmes, tan parecido a su referente literario, es distante, es calculador, es contemplativo. Sin embargo, su enorme capacidad de empatizar con los débiles (cualidad que parece percibir solo Moriarty), su desarrollada sensibilidad para entender su mundo y su infinita tolerancia, son sus mayores contribuciones a la historia de Sherlock Holmes.

6.   Conclusiones

El paso del siglo XIX al siglo XX fue un periodo de grandes transformaciones a nivel social, económico, ético y estético. El rápido desarrollo de la ciencia y de la tecnología permitieron diseñar un nuevo modelo social basado en la idea de progreso. En este contexto nació Sherlock Holmes (1887), paradigma del investigador que utiliza su inteligencia para descifrar una realidad oculta, impenetrable y, sobre todo, objetiva. Por medio de la aplicación del método deductivo y de los recursos que la tecnología pone a su disposición, Holmes se apropia de los problemas, visiones y contradicciones que dieron origen a la modernidad. La última adaptación de las aventuras de Sherlock Holmes realizada por la BBC (2010–2017) resitúa al personaje en un contexto posmoderno sospechosamente similar al que le dio origen, en el que la idea de progreso vuelve a estar vigente a través del desarrollo de las nuevas tecnologías digitales y del ciberespacio, reproduciendo así, más allá de sus evidentes actualizaciones tanto a nivel estructural como temático, el espíritu original que dio nacimiento al personaje y que lo ha transformado en uno de los más populares a nivel global.

Un punto fundamental en la evolución histórica de Holmes, como se ha ejemplificado, es la integración de contenido no oficial producido tanto por escritores y directores de distintos países, como por los fans del personaje (vida familiar, caracterización de personajes, incorporación de temas actuales como la sexualidad, etcétera). La utilización de parte de este contenido en la última serie autorizada, canónica de la BBC explica en gran medida el éxito del personaje y su gran versatilidad, además de que es reflejo del nuevo modelo de producción transmedial que se ha instalado en la actualidad en pequeñas y grandes productoras. Los nuevos contenidos, a su vez, transforman de manera radical algunos aspectos estructurales de gran importancia en los textos de Doyle, como la focalización (y ocularización) aquí analizada. El paso de una focalización distante en Doyle, adecuada a la idea de frialdad intelectual, de mecanicidad («uso científico de la razón», Doyle, 2014: 363), a una focalización interna en Holmes permite, como se ha visto, la integración de una serie de recursos narrativos asociados a las nuevas tecnologías digitales, que ha encontrado eco también en la creación literaria, o, de manera aún más amplia, en la creación narrativa.

Como se ha podido observar a través del análisis comparativo entre el contenido temático de las novelas de Doyle y de la última serie de la BBC, la inclusión de contenido espacial en el que se desarrollan las historias de Holmes en esta última supone una apertura y una diversificación del espacio virtual, no sólo en lo que respecta a las diversas plataformas de visionado que expanden el mundo representado (pantalla televisiva, redes, blogs, teléfonos móviles, etc.), sino, especialmente, al mundo diegético que habitan los personajes: espacios mentales, espacios oníricos, saltos en el tiempo, fragmentación del espacio inmediato a través de efectos y recursos digitales (pantallas que solo pueden ver algunos personajes, información sobreimpresa en la imagen, etc.). Esta ampliación y diversificación de recursos espaciales incide en los modos de representación del mundo interior de algunos personajes (especialmente de Holmes) a la vez que permite un mayor desarrollo de contenido temático relacionado con la percepción que el protagonista tiene del mundo.

Debido a esta apertura del campo de representación, la actualización de la BBC ha podido incorporar, por ejemplo, contenido relacionado con la sexualidad de los personajes principales, sus afectos o sus emociones. De esta manera, sin abandonar la caracterización hecha por Doyle, la serie incorpora temas de actualidad como el feminismo, la homosexualidad, la orientación sexual, las prácticas sexuales (Irene Adler), etc., en consonancia con una nueva lectura de las relaciones de poder en el mundo actual, en el que la prensa y los medios de comunicación, como ya había planteado Doyle, cumplen un papel de vital importancia.

A modo de conclusión, se puede señalar que existe en los textos de Doyle cierto halo de fragilidad que rodea al personaje de Sherlock Holmes. Detrás de sus dramáticos y espectaculares alardes de inteligencia, se esconde alguien que necesita el aprecio de un entorno humano que, sin embargo, rechaza. Holmes es «un fenómeno aislado», dice Watson en «El intérprete griego», un «cerebro sin corazón, tan deficiente en afecto humano como más que eminente en inteligencia» (Doyle, 2014: 191). La mayor contribución de la última serie de la BBC es precisamente la demostración de que Watson se equivoca, porque, como dice la señora Hudson, «detrás de la máscara se esconde el corazón», o, en este caso, en el holograma y en los mundos virtuales de la mente, desde donde se establece el diálogo entre universos.

Referencias bibliográficas

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[1] Para una revisión exhaustiva de las adaptaciones del personaje al cine y a la televisión se pueden revisar publicaciones como Sherlock Holmes on Screen: The Complete Film and TV History (Barnes, 1999).

[2] Existe una extensa relación literaria de pastiches, ampliaciones y secuelas que no es posible mencionar en este artículo. Para una revisión más exhaustiva se puede consultar, por ejemplo, Los otros Sherlock Holmes (1892-1944) (Muñoz, 2022), antología en la que se recogen las versiones de autores como J. M. Barrie, Bret Harte, Mark Twain, Sadie Shaw, Maurice Leblanc, Ludwig Thoma, P. G. Wodehouse, Leo Belmont, Frans Oskar Wågman, P. Orlóvets. O. Henry, Enrique Jardiel Poncela o Ellery Queen.

[3] La alusión al palacio mental es una referencia directa al arte de la memoria desarrollada en la antigüedad grecorromana. Según Cicerón, Simónides de Ceos fue el creador de la mnemotecnia entendida como sistema cognitivo en el que los recuerdos se vinculan con los ejes de la localización espacial (loci), de su correlación con los sentidos y de la creación de imágenes (imagines). El hecho de que Doyle compare en sus novelas el cerebro de Holmes con un «ático vacío» apunta en esta dirección: un espacio vacío y espacialmente designado para clasificar los recuerdos. La serie de la BBC recupera esta comparación y la actualiza al transformar el ático en un disco duro integrado en el cuerpo que cumple la misma función. En el episodio noveno, Magnussen se muestra dentro de una gran biblioteca (ático), sin embargo, la localización no es más que una pista falsa, pues la información realmente se encuentra dentro del cuerpo del propio Magnussen.